José Luis Lezama / 'Fin del mundo'

AutorJosé Luis Lezama

Una angustia de fin del mundo parece tocar algunas de las fibras más sensibles en la actual sociedad posindustrial, sobre todo de algunas de las más desarrolladas; una aflicción colectiva con gran resonancia social, extraña en pleno dominio tecnológico, en plena modernidad, cuando la ciencia se muestra orgullosa de sus avances y de su dominio y sometimiento del mundo natural. A tal punto ha cundido el pánico entre algunos sectores de sociedades como la estadounidense que la NASA, principal fuente de autoridad en la moderna interpretación del universo, se ha visto en la necesidad de aclarar, de manera contundente, que no habrá tal fin del mundo, que el planeta luce pleno y vigoroso y que el calendario Maya de Cuenta Larga, de 5125, que habrá de concluir el 21 de diciembre del 2012, no significa más que el cierre de un ciclo iniciado en el 3114 a. C. y el inicio de uno nuevo. Nada hay pues en el universo observable que anticipe algún catastrófico alineamiento cósmico, algún planeta misterioso próximo a colidir con nosotros, ningún agujero negro esperando devorar al sistema solar; nada que temer, nada que justifique esa perturbación anímica colectiva que parece incluso haber contagiado zonas del antiguo imperio soviético. Mientras tanto, sólo "por si acaso", cientos de atribulados habitantes de este mundo en crisis han elegido a la ciudad francesa de Bugarach, al pie de los Pirineos, para evadir la catástrofe, en espera de ser escogidos para la salvación eterna y entrar así al anunciado reino de Dios.

La ausencia de un peligro real, de un fin apocalíptico, como el que recurrentemente persigue la conciencia del mundo cristiano, no significa que sea irrelevante hablar de un fin del mundo. Los factores que explican esta creencia o mito no desaparecen con las explicaciones filosóficas, religiosas o científicas. Ni siquiera que el mundo haya sobrevivido a los cientos de profecías que anunciaban su desaparición ha eliminado el arraigado sentimiento apocalíptico, por lo que no puede ser confinado a lo absurdo o irracional. Si el mismo tipo de absurdo, dice Levi-Strauss, refiriéndose a los mitos, se repite una y otra vez, y aparece otro tipo de absurdo en cualquier otro lugar, ello significa que nada tiene de absurdo.

Los mayas no hubieran necesitado de la NASA para convencerse de que su calendario de Cuenta Larga no tenía nada que ver con ningún fin del mundo. Cuando su mundo estaba por colapsar, allá por el siglo X, concluyeron también sus cuentas y...

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