Entrevista/ José Luis Cuevas/ El ombligo de Cuevas

AutorSilvia Cherem S.

En 1954, a sus escasos 20 años, ya exponía en Washington y, desde sus primeras declaraciones al Washington Post y a la revista Time, "el golden boy", como le llamaban, aprendió a explotar su imagen pública como "gato macho", seductor de mujeres y artista que criticaba sin tapujos "la cortina de nopal" en la que, según él, se resguardaban los muralistas mexicanos.

Valiente cabrío -lúcido, seguro y vanidoso- se ubicó en el "ombligo del mundo" y, con la garra al acecho, luchó por proyectarse como "el mejor artista de México".

En sus casi 50 años de vida artística, ha hecho todo lo que se le ha ocurrido: desde criticar con enjundia a los muralistas haciendo murales "efímeros" y tronchando su arte unívoco, hasta exponer una botella con su semen, registrar públicamente mediante un electrocardiograma sus pulsaciones al hacer el amor, contar sus cientos de aventuras eróticas, tatuar su obra en el cuerpo de mujeres desnudas "para envejecer en el cuerpo de ellas" y ofrecer embarazar a las que así lo deseen.

Con su protagonismo estridente, ha generado un mito y suscitado la admiración de su obra, pero también ha despertado la curiosidad morbosa y la irritación. Su Cuevario, columna semanal que publica desde hace 14 años, deja constancia de sus "657 encuentros amorosos y eróticos con distintas mujeres" y por su obsesiva cualidad de coleccionar toda referencia a su persona existen, en la biblioteca del Museo José Luis Cuevas, en 45 voluminosos tomos, más de 11 mil 500 recortes de prensa, además de 500 libros dedicados a su obra.

Tres semanas antes de que muriera Bertha, su entrañable compañera, se llevó a cabo esta entrevista. José Luis estaba tenso. Bertha, tenaz e íntegra como siempre, enfrentaba una vez más un momento crítico como consecuencia del trasplante de médula que le fue practicado en octubre y él aseguraba insistentemente que ella iba a vivir.

Mitómano e hipocondriaco, José Luis siempre ha estado obsesionado con la enfermedad y la muerte. Las suyas. El cáncer de mama que inicialmente enfermó a Bertha hace tres años y que posteriormente degeneró en leucemia, le fracturó sus esquemas. Ante el desafío final, Cuevas no podía esconder su desconsuelo.

Audio

cultura

reforma.com

"Con Bertha enferma me siento como un ratón asustado. Ella siempre ha sido fuerte y no soporto verla mal. Rezo incansablemente para que se cure, pero me invade la angustia, el sufrimiento y la depresión", repetía incansablemente.

En su estudio, entre antigüedades y santos que le han regalado, un Cristo ensangrentado que él compró y su legendaria cama del Siglo 19, Cuevas mostró al hombre frágil que se siente ninguneado, el de las regresiones, el que ha sido capaz de amar y el que no perdona, el resentido con el padre y el que esconde sus inseguridades tras la máscara estoica.

José Luis y Bertha: las verdades del "mito Cuevas"

José Luis, durante muchos años se te ha identificado con un personaje mítico que tú has creado a la par de tu obra artística y que a veces parece inverosímil. Hoy que la vida te ha golpeado con la enfermedad de Bertha, ¿has llegado a aburrirte de publicitar el mito de este hombre narcisista, donjuanesco, que vive situaciones por demás extrañas?

No. Yo no invento ni en lo que hablo ni en lo que escribo. Desde el principio se me ocurrió crear mi personaje literario para contar lo que vivo. Todas las historias, hasta las de mujeres, provienen de mis recuerdos; y me parece gracioso que la gente no me crea. Tengo mis libretas con anotaciones, quisiera enseñártelas, pero no puedo hacerlo porque ahí están los nombres reales de cada una de las mujeres.

Es que parecen irreales las historias de aquel "burdel de vampiras" donde te arañaron y manosearon cuando de niño entraste a buscar tu avioncito perdido; o la de Gloria, la septuagenaria abuelita que te pidió que le hicieras el amor; o la de Hellen, quien te pasó sus calzones "sin que nadie se diera cuenta" mientras daba un discurso sobre derechos humanos a un nutrido público; o que Marlene Dietrich se abalanzara a besarte en la boca...

A las mujeres les gustan los exitosos y, desde muy jovencito, por mi notoriedad, me volví atractivo, sobre todo para las mujeres cuarentonas de la alta burguesía que buscaban aventuras conmigo. Te aclaro que si hubiera pretendido a sus hijas, hubiera salido a patadas por la puerta de servicio. Ahora bien, nunca he iniciado los escarceos amorosos, siempre he dejado que la mujer lo haga; y bien aprendí de mi padre que "a las viejas" hay que cumplirles. ¿Sabes?, cuando apareció Gato macho, durante varias semanas estuvo entre las "obras de ficción" más vendidas y me parecía absurdo que "la verdad" de mis "Cuevarios" se colocara en el rubro de ficción. Se me ocurrió entonces intentar escribir una novela donde todo fuera inventado y a eso me dedico ahora, llevo ya escritas como 180 páginas. El protagonista es José Luis Cuevas, pero no soy yo. Viajo por ciudades que no conozco, no me levanto a una sola vieja y hasta pinto diferente. La gente quiere jugar a la ficción, pues tendrá mi novela.

Con esto de las mujeres cuarentonas que viven una doble moral, recordé el cuento Las dos Elenas, de Carlos Fuentes, en el que tú podrías ser el protagonista.

Curiosamente ese cuento me lo dedico Fuentes, pero no sé si fui yo su fuente de inspiración. Lo que sí es cierto es que en el cuento Fortuna la que has querido, Fuentes contó algo que a mí me pasó cuando viví en Buenos Aires. Una mujer, paliducha, pobre y medio intelectual, que estaba interna en un hospital de enfermos mentales vino a visitarme. Como el invierno era crudo y ella no tenía ni para un abrigo, le regalé el mío. Primero se apenó y luego, la loca, acabó por instalarse en mi cuarto de hotel. Rechazaba cualquier contacto de tipo sexual, pero me escribía a todas horas poemas eróticos. Cuando se le acabaron el papel y los sobres del hotel, siguió la inspiración y comenzó entonces a escribir en la pared. ¡Quedé así rodeado de poemas eróticos escritos en todas las paredes de mi cuarto!

Al hablar pareces un macho misógino que sólo ve a las mujeres como objetos sexuales. Tu hermano Alberto dijo alguna vez que el que tiene tanta necesidad de mujeres, es porque es incapaz de amar.

¡Ay, ése es un lugar común de los psiquiatras! Bertha y yo nos casamos extraordinariamente jóvenes y fue un matrimonio de amor. Ella tenía 18 años, yo 21 y nos conocimos en La Castañeda, en el manicomio. Mi hermano era su maestro; ella iba a hacer una práctica y yo a pintar. Ese mismo día nos enamoramos. Ella rápidamente cortó a su novio, que era un idiota, y fue a alcanzarme a Nueva York. Al poco tiempo nos casamos y a nuestra boda no vinieron sus padres porque nunca me aceptaron. Pensaban que los pintores, como los actores o los toreros, no servíamos para maridos; y aunque hay muchos pintores siniestros, yo soy un ejemplo de persona honesta, ambiciosa, responsable y entregada al trabajo.

Con respecto a tu vida sexual libertina, ¿aceptarías que Bertha tuviera sus galanes y, que como lo haces tú, también ella les cumpliera?

Absolutamente que no. Jamás. No se lo aceptaría ni a Bertha ni a mis hijas. Ellas nunca se han quejado de lo que escribo porque han de creer que soy un escritor de ficción. Ha de ser difícil ver al padre como Don Juan, sobre todo cuando en casa no tengo ninguna característica de ese tipo. Finalmente, soy un anticuado, con valores arraigados. Bertha, a quien siempre he querido, me ha llegado a cachar en mis andanzas y, no obstante, ha sido una gran compañera. No tengo ningún otro vicio y me parece lógico que si me descubre, reaccione con violencia. Sin embargo, aunque publique mis aventuras para 20 mil gentes, ella ni se entera. Una vez le preguntaron si le molestaba lo que yo escribía en Excélsior y ella contestó que no estaba enterada porque ella sólo leía El Universal. Ahora que ya escribo ahí, espero que haya cambiado de periódico.

Pero en los Cuevarios de El Universal pareces más sosegado... ¿por qué, ya no se te ofrecen las mujeres o ya te aburriste del tema?

No es eso. Bertha está enferma y me parece una falta de respeto hablar de mujeres. Soy incapaz de seguir escribiendo del tema. A Bertha, una mujer bella e inteligente, es a la única a la que he amado. Me aferro a creer que va a sanar; la ciencia ha avanzado mucho y tengo esperanzas. Pero sé que cualquier cosa insignificante, como una gripe, puede ser fatal.

Cómo cambió la enfermedad de Bertha tu manera de ver la vida. Siempre has hecho alarde de tu muerte y tu "diario morir", pero seguramente nunca pasó por tu cabeza que pudiera ser tu gente querida la que enfermara o muriera antes que tú...

Ahora ya ni siquiera pienso en mi propia muerte, ni en mis trastornos físicos. Durante el tiempo que Bertha ha estado enferma, me han hecho dos operaciones: del esófago de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR