José Woldenberg / La calificación

AutorJosé Woldenberg

Entre el día de los comicios y la calificación de la elección presidencial pueden transcurrir más de dos meses. Esperando ese momento estamos. Y por ello, quizá valga la pena hacer una historia, a grandes trazos, de cómo se han calificado las elecciones presidenciales a lo largo de nuestra historia.

México tenía una larga tradición de "autocalificación" de las elecciones. Desde 1824 hasta 1987, más de 160 años, las Cámaras, convertidas en Colegios Electorales, fueron las encargadas de calificar la elección de sus miembros, y la de diputados era la facultada para calificar la elección presidencial, ("con la salvedad del sistema previsto por las Siete Leyes Constitucionales de 1836"). Esa fórmula partía de la premisa de que era inconveniente politizar al Poder Judicial y peor aún que éste se involucrara en la conformación de los otros poderes.

De esa manera, en 1976 y 1982 el Colegio Electoral de la Cámara de Diputados calificó las elecciones de José López Portillo y de Miguel de la Madrid, respectivamente. Eran los tiempos del partido hegemónico. El PRI tenía el 82 y el 75 por ciento de los diputados y por supuesto nadie volteaba a ver el proceso de calificación. Una rutina carente de emoción, puesto que los ganadores, al día siguiente de la elección, aparecían a los ojos del respetable como los próximos presidentes.

La rutina saltó por los aires cuando en 1988 tuvimos las primeras elecciones competidas del México moderno. El Colegio Electoral se instaló con 260 diputados del PRI y 240 de los partidos de oposición. Muchos han especulado que el maquillaje de las cifras de la elección tenía como motivo llevar al candidato ganador a más del 50 por ciento más uno de los votos. Es posible. Pero, quizá también, el resorte profundo para alterar las cifras fuera el de contar con un margen suficiente de votos en el Colegio Electoral. Aquella fue una tensa y conflictiva calificación. Y resultó claro, para quien quisiera verlo, que la natural partidización de un órgano como la Cámara impedía no sólo llegar al fondo del litigio, sino que ni siquiera se podía decir que el procedimiento se realizaba de manera imparcial. Todos los involucrados eran partes interesadas.

En 1993 una nueva reforma acabó con la autocalificación de diputados y senadores. Pero mantuvo el candado político para que la elección presidencial fuera calificada, siguiendo la tradición, por el Colegio Electoral. Así sucedió con la elección del presidente Zedillo (1994), cuyo partido...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR