José Woldenberg / Vergüenza

AutorJosé Woldenberg

La misión central de cualquier tribunal es ofrecer certeza. Y ello se logra a través del tiempo con resoluciones consistentes y por supuesto apegadas a la ley. Y cuando ello no sucede, lo que se irradia es una enorme y tensa incertidumbre. La sensación de que todo puede suceder y que el marco regulatorio, que pretende brindar confianza, resulta impredecible.

El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación debería ser un ancla en medio de nuestros procesos electorales turbulentos. Una brújula seria y sólida que ofreciera certeza a todos: partidos, candidatos, ciudadanos. Dado que no son pocos los actores irresponsables, el Tribunal está obligado a tutelar la estricta y firme aplicación de la Constitución y la ley. Es la última instancia de apelación y sus resoluciones son definitivas e inatacables y por ello mismo su responsabilidad es mayúscula. Sabemos que una vez que su sala central decide, el litigio -por lo menos en términos jurídicos- debe cesar. Pero al parecer sus inconsistencias están generando turbulencias innecesarias, artificiales, lo que agrega una buena dosis de incertidumbre a la que de manera natural -la que se deriva de la auténtica competencia- acompaña a las contiendas electorales.

Como es del conocimiento público es necesario que los aspirantes a candidatos independientes a la Presidencia de la República presenten el uno por ciento de respaldos en relación a la lista nominal de electores "con corte al 31 de agosto del año previo al de la elección". Es la manera de garantizar que cuentan con un mínimo de apoyo ciudadano y que no son unos ocurrentes con ganas de protagonismo artificial. Hay quien señala que se trata de un requisito excesivo pero creo que se olvida que quien pretende ser Presidente quiere ser el titular del Poder Ejecutivo en un país de más de 125 millones de habitantes y con un padrón que supera los 89 millones de electores. También es necesario que en 17 entidades de la República demuestren que tienen uno por ciento de respaldos. Es decir, una mínima inserción social a lo largo y ancho del territorio nacional.

En esta ocasión los aspirantes debían demostrar el apoyo de 866 mil 593 ciudadanos. Jaime Rodríguez entregó más de dos millones de presuntas adhesiones. El "pequeño" problema es que la mayoría resultaron fake, como se dice ahora. 266,357 duplicados; 11,748 en el padrón pero no en la lista nominal; 15, 938 bajas del Registro Federal de Electores; 6,630 no encontrados; inconsistencias...

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