Jóvenes creadores

En medio de la crisis, la violencia y la falta de oportunidades, una nueva generación se arriesga en el campo de la creación artística y expone sus ideas desde la literatura, la plástica, el cine, la música o la actuación.

Si se les pide ubicarse en el tiempo, ellos ofrecen diversas etiquetas, que van de la desilusión al sarcasmo: generación de la crisis, espontánea, next, insurgente, de la resistencia, del chacuaco o, simplemente, la OCAGH (Ola de Creadores Anónimos con Ganas y Hambre).

Ésta es una mirada al trabajo de jóvenes creadores preocupados por compartir, difundir y trascender en la cultura.

En cine, a pesar de la falta de estímulos, no se diluye la inventiva y el entusiasmo, por el contrario, los jóvenes apuestan por el documental, proyectos con escasos recursos o se valen de las nuevas tecnologías en video para realizar un trabajo que confluye, principalmente, en temas de violencia urbana y crisis de pareja.

Del registro fotográfico a la instalación, del dibujo a la acción, del escáner al ejercicio curatorial, la nueva generación de artistas plásticos ha dejado atrás lo autobiográfico en vías de lo colectivo, o lo racional por lo emocional, lo objetual o lo efímero.

La propuesta literaria, desde la narrativa, el ensayo y la poesía, se desenvuelve entre lo personal, las nuevas tecnologías y la influencia de los medios; con espacio en pequeñas editoriales independientes o con apoyo estatal.

En música, los nuevos talentos incursionan en el campo de la experimentación y la mezcla de géneros. Y, en el ámbito de la actuación, las principales preocupaciones y, a la vez sus retos, son la falta de públicos, la carencia de escuelas que cumplan con sus expectativas y las pocas oportunidades que ofrecen los directores profesionales.

Ante esta ola de jóvenes que buscan un lugar en la cultura, figuras consolidadas, que han trabajado directamente con las nuevas generaciones, vislumbran un panorama adverso y exponen los obstáculos a los que se enfrentan los creadores emergentes.

Apuestan por violencia, ring y desamor

Por Rafael Aviña

El cine mexicano es un espejo de dos caras. Por un lado, esa industria fílmica inexistente y triunfalista, como lo muestran los reportes de Sari Bermúdez y sus asesores: un cine realizado a cuentagotas, en el que surgen por lo general los mismos nombres, entremezclados con unos cuantos debutantes o veteranos que han logrado levantar proyectos sin los apoyos oficiales de rigor, o saltando engorrosos filtros. Pero, en la contracara de esa historia no oficial de nuestro cine, aparecen a su vez los innumerables proyectos que sólo han quedado en eso: sueños quizá irrealizables, debido a enemistades, envidias y, por supuesto, a propuestas incosteables o poco viables.

En esa cuerda floja, se encuentran centenares de jóvenes cineastas o aspirantes a directores, egresados de las escuelas de cine y universidades, cuya posibilidad de debutar o realizar una segunda película depende no sólo de la suerte, el financiamiento o el poder de convencimiento, sino de acortar ese abismo de desconfianza que media entre el sueño de uno y la recuperación económica del otro.

Así, a pesar de la falta de estímulos, la inventiva y el entusiasmo de jóvenes cineastas, cuyas edades fluctúan entre los 20 y los 35 años, no se diluye, por el contrario, apuestan por el documental o proyectos con escasas locaciones y personajes; a su vez, se valen de las nuevas tecnologías en video, sin descartar la posibilidad del tape to film, para levantar sus proyectos en esta ciudad o en el interior del País.

Lo que sigue es una pequeñísima muestra de esa legión de jóvenes creadores que se mueven bajo y sobre la superficie, a la espera de una oportunidad.

El Regreso de la Lucha Libre

Fue hacia 1952 cuando surgiría un género que causaría furor popular en los cines de barriada: el cine de luchadores, que lanzaría a figuras y actores como Santo, el Enmascarado de Plata; Blue Demon, Huracán Ramírez, La Sombra Vengadora, Mil Máscaras, Wolf Ruvinskis y Crox Alvarado. Más de 50 años después, sus temas y sus emblemáticas presencias resultan atrayentes para una nueva generación, que, a través del documental y la ficción intenta acercarse a ese mito de capas y máscaras tan ingenuo como visualmente fascinante.

De entrada, un proyecto documental sobre el fallecido Blue Demon y su hijo, quien ha seguido los pasos de su padre, a cargo de Manuel Márquez Briceño, que recrea la leyenda de ese as del pancracio, protagonista de El demonio azul (64). Un luchador de baja estatura, pero de impresionantes manos que debutara en 1948 y que trabajara en su natal Nuevo León como garrotero de ferrocarriles.

A su vez, Márquez está intentando ampliar a 35 milímetros su excepcional documental Tin Tan, la película, escrito por Juan Santiago Huerta y producida por Carlos Valdés, hijo del gran Germán: la más completa biografía de Tin Tan, su aportación cultural, los personajes clave en su carrera y enorme vigencia, en un filme que incluye entrevistas con colaboradores y estudiosos de su obra, así como imágenes inéditas y decenas de clips de sus películas.

Otro documental con tema similar es Oro, el hijo del Calavera, de Humberto Hernández, tapatío egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica y autor de cortos como Ojitos mentirosos (00) y La voz del amo (97), notable relato intimista que a pesar de su tema sensible y doloroso, era resuelto sin concesiones melodramáticas. Su propuesta, escrita con apoyo de la beca Jóvenes Creadores del FONCA, se inspira en la trágica y vertiginosa carrera del hábil luchador Oro, cuyo insólito estilo aéreo -se lanzaba de espaldas desde la tercera cuerda- le valdría el sobrenombre de "El suicida del ring". Su muerte repentina en el cuadrilátero, su valor, impresionante físico y su vida familiar son los temas de este atractivo proyecto, que podría recuperar lo mejor de un género menospreciado como el de la lucha libre.

Finalmente, Rubén Escalante, egresado de la carrera de Comunicación del Tec CCM y autor del divertido corto Amenaza: Dr. Veneno (03), brillante parodia-recreación del cine de luchadores, protagonizado por enmascarados reales como Lynce y Águila Solitaria, en el que cabe un científico loco (Jorge Victoria), sus laboratorios de foquitos y alambrón, enanos, sensuales chicas en minifalda y un oligofrénico órgano eléctrico, llamó la atención en Sundance y en París. Aquí, el cineasta de tan sólo 24 años explora con inteligencia las incoherencias narrativas de un género de explotación y sus híbridos entre el horror y la lucha.

Escalante intenta en este momento levantar dos proyectos: una ficción inspirada libremente en los crímenes contra mujeres en Ciudad Juárez: De las muertas, a partir de un violento thriller con inquietantes saltos temporales y, a su vez, prepara un vigoroso homenaje al cine de luchadores, en el que estarían involucrados los hijos de Santo y Blue Demon como protagonistas, en una posible coproducción con Francia.

Crisis de la Pareja en el Nuevo Milenio

Egresada del CUEC, Issa García-Ascot (1974) prepara el rodaje de Me vas a recordar, una historia centrada en dos hermanas cuyo verdadero reencuentro se da a la muerte de la madre. Si algo destaca en la obra de esta cineasta es el desparpajo de sus cortos escolares. ¿Y cómo es él? (01), por ejemplo, fluye de manera inquietante al ritmo de una juventud cuyo estilo de vida es paradójicamente la inmovilidad, como sucedía en Temporada de patos (Fernando Eimbcke).

Su principal virtud es captar con realismo e ironía esa modorra cotidiana de una buena parte de los adolescentes mexicanos: los antros, las chelas, el rechazo al mundo adulto y sus reglas, su lenguaje agresivo y hermético, sus desgastes emocionales y el teléfono como una de las mayores experiencias de vida, protagonizada por Flor Edwarda Gurrola, como una joven que se desquicia a partir de un rompimiento amoroso.

Por su parte, la Cooperativa Morelos, con Julián Hernández, como realizador y guionista; Roberto Fiesco, productor (y también realizador), y Diego Arizmendi, fotógrafo, creadores de un cine a contracorriente, de experimentación visual y temas ligados al rompimiento amoroso y las relaciones homosexuales de jóvenes citadinos (Caer, Actos impuros, Largas noches de insomnio, Mil nubes de paz cercan el cielo, con la que obtuvieron el premio Teddy en Berlín), han puesto a andar dos proyectos. Y llegó un día verdaderamente caluroso y volví el rostro al cielo y me di cuenta de todas las injusticias que hay bajo su capa, que promete otro arriesgado relato, ajeno a toda ridícula pretensión comercial e intelectual, sobre las relaciones personales en una urbe fracturada anímica y socialmente en un ambiente boxístico. Y, a su vez, El cielo dividido, otro relato de emociones compartidas y magnetismo pasional entre jóvenes gay, centrado en la fragilidad de la experiencia amorosa.

La Documentación del Crimen

Después de fotografiar en un solo plano-secuencia la cinta Tiempo real, de Fabricio Prada y de dirigir el notable documental La canción del pulque, Everardo González, del CCC, prepara otro intrigante documento que rebasa la antropología social para colocarse en el testimonio de una imprescindible cotidianidad: Los ladrones viejos. Las leyendas del artegio. A partir de archivos reales de nota roja y la propia voz de sus protagonistas ("Mano Negra", "El Carrizo", "Changoleón", entre otros) contará la vida y anécdotas de los viejos raterillos, carteristas y boqueteros de la Ciudad de México entre los años 60 y 80: sus códigos de honor, sus estilos y peripecias, cuando el narcotráfico, la violencia y la criminalidad brutal, aún no se instalaban en la Capital, para transformar por completo el mundo del hampa.

Rafael Aviña, crítico e investigador de cine

Cine

Manuel Márquez Briceño y Roco

Rubén Escalante

Issa García-Ascot

Julián Hernández, de Cooperativa Morelos

Manuel Márquez Briseño

La paradoja del artista joven

Por Mónica Nepote

Bajo tan peligroso calificativo están las cabezas de un...

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