Juan Enríquez Cabot / Toledo...

AutorJuan Enríquez Cabot

Hay desde luego el artista que todos conocen, que ni siquiera requiere primer nombre, es simple y sencillamente Toledo. Pero hay de Toledo a Toledo. Lástima que en México no se conozca más a gente como Gerardo Toledo...

Gerardo no aparece mucho en nuestra prensa o conciencia porque no es artista, pintor, escultor, poeta, futbolista, político, narco o actor. Al no escoger bien a sus padres cuando nació, pues tampoco heredó gran fortuna, apellido u oligopolio. Aunque veía muy poco a ausente padre, y su madre trabajaba sin cesar, lista abuela lo ponía a ver documentales de Jacques Cousteau. Le nació amor por la ciencia y el mar. Se puso a soñar, al grado que a los 14 largose a Veracruz a estudiar acuacultura.

Gerardo se esforzó y se graduó en primer lugar en su prepa. Su gran ilusión: estudiar en el Tec de Monterrey. Pero logró un promedio ligeramente inferior al esencial 9 y el TEC, para dar beca completa en aquella época, requería más. Gerardo acabó lejos de su sueño, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Para pagar sus estudios, trabajaba durante las vacaciones en la Ruta 1 de chilango peseros. Todo el día Izazaga-Tlalpan y vuelta. Doce a 14 horas apretujado contra hordas de humanos. Aprendió muy joven lo bueno y lo peor de nuestra especie. Trabajaba para sobrevivir y estudiar pero también aprendió lo duro que es la vida para la gran mayoría. Cuadruplicó esfuerzos.

Buscó mejores chambas. Videogrababa bodas y bautizos. Siguió estudiando, pero a diferencia de tanto mexicano talentoso, Gerardo no siguió el camino académico usual, negocios, economía, leyes o grilla. Siguió en ciencias. Y no en las ciencias tradicionales, física, química, matemáticas o biología, donde hay algunas oportunidades para académicos y emprendedores, más bien siguió estudiando lo que adoraba, el mar y la microbiología molecular. Alejandro López, profesor de microbiología, lo inspiraba y alentaba; eventualmente obtuvo trabajo en laboratorio y ganó beca que le aseguraba alimentos.

Como en aquella época no se vendían muchas computadoras en La Paz, y Gerardo quería llevar a cabo investigación cuantitativa, tomó camioncito rumbo a San Diego. Mil 700 kilómetros para raudo shopping en San Diego. También visitó el campus de la mejor escuela de oceanografía del mundo, Scripps. Vio a chamaco entrando a la biblioteca y ahí mismo decidió que algún día él sería quien entraría, mochila al hombro, a esta biblioteca. Ahí estudiaría, costara lo que costara.

En La Paz...

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