Juan García de Quevedo / Cumplir la ley

AutorJuan García de Quevedo

Digámoslo con toda caridad: el cumplimiento del Estado de derecho es todavía una aspiración nacional. Los políticos hacen conjeturas, especulaciones, marcan hipótesis de trabajo, etcétera, pero el mandato de la ley no se cumple. Así de fácil, así de grave. Y la ironía está en que juran cumplir con la Constitución y las leyes que de ella emanen. Gobernar con la ley en la mano es una obligación, el mandato de la ley no se negocia.

El problema nacional es que sobre la represión se ha construido una narrativa interminable. El discurso de la represión sirve lo mismo para permitir toda clase de atrocidades como las vividas en días pasados en Guerrero, como para que cualquier grupo de bárbaros encapuchados hagan todo tipo de desmanes, desde tomar Rectoría hasta armar un movimiento guerrillero. Se olvidan algunas máximas: "En manos del Estado la fuerza es el derecho", "el Estado es el monopolio de la violencia legítima". Pero el miedo, pavor, a ser llamados represores paraliza a la clase política. Posiblemente su origen parta del 68, del que se ha hecho más literatura de la debida, pero estamos en el 2013 y el trauma de la clase política llega a extremos imperdonables como negociar la ley. En el fondo, las frases que utilizan los políticos para paralizarse y dejar de cumplir con su deber son muy antiguas. Por ejemplo: intereses oscuros, fuerzas infiltradas, intereses inconfesables, etcétera. Y luego todo cae sobre el secretario de Gobernación porque "no negocia", "no da líneas claras de negociación" y todos los cuentos que justifican la ausencia de gobierno y de aplicación de la ley. Lo de Guerrero principalmente, Oaxaca, Michoacán, es verdaderamente inconcebible. Sabemos que dejan de invertirse millones y millones de dólares por la inseguridad que se vive en el Estado mexicano. Y eso que la demanda esencial es abatir la pobreza, que sólo puede ser abatida mediante la creación de empleo.

Lo cierto es que la clase gobernante, con pacto o sin pacto, está dejando de cumplir con su principal deber, con su esencial obligación. Porque una cosa es negociar conflictos políticos y otra negociar con aquellos que sencillamente cometen delitos.

¿Cómo puede pensarse que se es de izquierda cuando maestros de Oaxaca, Guerrero y Michoacán deciden no dar clases a niños y adolescentes por reivindicaciones absurdas? ¿Quién rompe con la sagrada autonomía universitaria, 100 vándalos o la fuerza pública que permite atrocidades de ese calibre?

Lo...

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