Juan Pablo II: Un filósofo en el Vaticano

AutorHéctor Zagal

Karol Wojtyla, a diferencia de otros papas, cultivó la filosofía profesionalmente. El antimodernista San Pío X fue, ante todo, pastor de almas. Las carreras de Benedicto XVI, Pío XI, Pío XII y Paulo VI se dieron en el seno de la burocracia vaticana. Juan XXIII, "el Papa bueno", logró una rara combinación entre diplomacia y pastoral. Juan Pablo II se desempeñó como obispo y desarrolló una intensa tarea entre sus feligreses de Cracovia, pero antes de recibir la ordenación episcopal tuvo una intensa vida académica en la Universidad de Lublin.

Podemos compartir o no el estilo filosófico de Wojtyla; no podemos, en cambio, desdeñar su hondura intelectual. Juan Pablo II ha sido uno de los pocos "papas filósofos" en la historia del catolicismo. Este perfil intelectual, junto con su nacionalidad, le resultó de gran utilidad a la hora de encabezar la Iglesia católica.

El Papa polaco heredó una Iglesia en crisis, casi amotinada. Al finalizar el Concilio Vaticano II, miles de sacerdotes colgaron la sotana, los seminarios se vaciaron, muchos obispos miraron con simpatía a los pensadores de izquierda, el denostado psicoanálisis apareció en algunos monasterios y el pueblo sencillo, párrocos incluidos, comenzó a externar su opinión sobre temas como el control natal y el celibato sacerdotal. La tradicional verticalidad del Cristianismo Romano se cimbró. La crisis posconciliar sólo puede compararse con la Reforma.

La puesta al día de la Iglesia

Sí, el Vaticano II llevó nuevos vientos a Roma. Quienes crecimos después del Concilio no imaginamos la Iglesia anterior: guardias nobles, sillas gestatorias, tiaras enjoyadas y una minuciosa casta de funcionarios. La "puesta al día", el famoso aggiornamento -la manida modernización- se convirtió en un lugar común en los ambientes eclesiásticos. Los documentos oficiales del Concilio abandonaron el estilo escolástico, afanosamente cultivado por la curia romana durante siglos. La burocracia vaticana, centralista y añeja, cedió poder a los obispos locales. La liturgia se simplificó y se hizo más accesible al pueblo. Las predicaciones adquirieron un tono más amable, menos adusto y severo. Se dejó de rezar el temible Dies Irae en las misas de difuntos y se optó por una visión menos fúnebre.

Wojtyla participó activamente en el Concilio y de inmediato destacó por su sólida formación intelectual. Un hombre versátil, cultivado, con "espíritu de fineza", por citar a Pascal. Desde joven apreció el teatro, no tanto por su valor...

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