Juan E. Pardinas / Nos van a mover el tapete

AutorJuan E. Pardinas

El presente y futuro de la economía mexicana se sostiene en dos pilares fundamentales. Por obra y gracia de la geología somos un país productor de hidrocarburos. Por el azar de la geografía y una estratégica decisión de política comercial somos una nación exportadora de manufacturas. Gracias al petróleo se financian cerca del 30% de las actividades del gobierno. Al TLCAN le debemos buena parte del dinamismo del sector privado.

Ambas aptitudes parecen ser vocaciones contradictorias. La riqueza del oro negro produce lo que los economistas diagnostican como enfermedad holandesa: los dólares generados por la venta de petróleo aprecian el valor del peso, lo cual encarece el valor de nuestras exportaciones manufactureras. La bonanza petrolera nos amarra un brazo a la hora de subir al ring de pelea por los mercados globales de la industria. Si vemos a los principales productores de hidrocarburos del planeta, Arabia Saudita, Rusia o Noruega, ninguno destaca por su capacidad para exportar productos ensamblados. A la inversa sucede lo mismo. China, Alemania o Japón no son potencias energéticas.

Esta bipolaridad entre exportación de manufacturas y energéticos no es nuestro mayor problema. El desafío por venir consiste en que los dos pilares que sostienen la economía mexicana están cimentados sobre el trazo de una falla tectónica. Los sismólogos no pueden predecir con exactitud el día y la hora de un estremecimiento de tierra, pero sí pueden anticipar su probabilidad. Con la misma imprecisión se puede entrever que la economía mexicana enfrentará una fuerte sacudida en algún momento cercano. El sismo perfecto tiene su raíz en dos tendencias perturbadoras del orden actual: Estados Unidos podría dejar de ser un importador neto de hidrocarburos y las nuevas tecnologías de impresión en tercera dimensión cambiarán las cadenas de producción desde Tijuana hasta Frankfurt.

Estados Unidos siempre ha sido un importante productor de hidrocarburos, pero su producción doméstica nunca pudo cubrir los incrementos en la demanda. Sin embargo, los altos precios del combustible han saciado la sed de petróleo extranjero. Desde fines de 2007, Estados Unidos está reduciendo su...

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