Juan Villoro / La eficacia del robot

AutorJuan Villoro

"Cada 10 años China cambia con una frase", me dijo Alejandro Rossi. El país de Confucio encuentra expresiones que definen una era: "El imperialismo es un tigre de papel" o "Que florezcan mil flores". La compleja sucesión de Mao se resolvió con un aforismo: "No importa de qué color sea el gato si sabe cazar ratones".

El país más populoso de la Tierra tiene una misteriosa capacidad para respaldar un concepto definido. Hace unos días, Alejandro leyó una frase que activó su mente impar: "Los chinos comen filete". ¿Se trataba de una noticia o de un mandato? En ambos casos, tendría consecuencias planetarias.

La cultura china ha mantenido un trato tan eficaz con las frases que en ocasiones las ha temido. El edificador de la gran muralla, Shih Huang Ti, ordenó quemar todos los libros. Borges observa al respecto: "Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue la escala en la que obró". Una nación adiestrada en el respeto aniquiló su pasado, extraña manera de resaltar el valor que le confería. El único edificio avistable desde el espacio exterior, la gran muralla, alude al reverente temor a las palabras.

¿Qué sucede con la expresividad al otro lado del planeta? Los mexicanos no concedemos un trato sagrado a las frases; ningún lema nos une y no sabemos qué dicen muchos de nuestros congéneres.

En vez de poner ladrillos, nos protegemos con rollos que son murallas. En el país de Cantinflas la confusión no se disuelve, sólo se actualiza.

Desde hace tiempo buscaba una frase que resumiera la creciente tendencia a decir cosas incomprensibles que parecen rigurosas. El safari concluyó en una sucursal bancaria: "Estoy trabajando con unifila", dijo una empleada en estado de trance corporativo.

Tomada en sí misma, la frase es una chifladura. ¿Qué sentido puede tener? Vivimos rodeados de expresiones que se pronuncian con el afán de simular eficacia (lo complicado es visto como "técnico"). Aquella señorita se había alejado del lenguaje cotidiano -esa vulgaridad para comprar tamales- y apelaba al prestigio de lo especializado.

La frase en cuestión sólo adquiere significado explicando la circunstancia en que fue pronunciada. Llegué a una sucursal donde se había descompuesto el aparato que entrega las fichas (seguramente tiene un nombre rarísimo). Para enfrentar esta carencia, una ejecutiva hablaba al modo de un oráculo: "Estoy trabajando con unifila". ¿Se refería a un estado superior de la conciencia...

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