Juan Villoro / Peatón con ruedas

AutorJuan Villoro

Hace años, un amigo me prestó su coche con la siguiente advertencia: "No tiene tarjeta de circulación, pero dejé cien pesos para la mordida". El principal documento de los conductores ha sido un billete para escapar a las sanciones.

El nuevo Reglamento de Tránsito de la aún más reciente Ciudad de México fue pensado como un mecanismo de recaudación económica. Hay multas para muy diversas situaciones, incluyendo algunas tan comunes como sostener el volante con un solo brazo. Lo que no se toma en cuenta es la mexicana habilidad para sortearlas.

Algunos de los artículos descritos en 124 páginas son imprescindibles. Uno de ellos: "Cuando exista congestión vehicular que impida cruzar completamente una intersección y aunque la luz del semáforo indique siga, se deberá parar en la línea de alto para evitar obstruir la circulación de las calles transversales". Buena parte de los embotellamientos se producen por la incivilidad de aprovechar la luz en verde para avanzar un metro, bloqueando a los coches de la calle transversal.

Otras disposiciones escapan a la razón, como la que promueve las buenas maneras. Sería deseable que el tránsito se desplazara con extrema cortesía, pero conducir es un acto de desfogue cuyo efecto secundario es el desplazamiento. La terapia del primal scream ha logrado menos desahogos que el tráfico. La mayoría de las veces, la persona injuriada ni nos oye. El insulto queda atrapado en el coche y en la opinión que nuestros hijos tienen de nosotros.

El nuevo reglamento prohíbe los gestos obscenos. Esto nos regresa al tema del "criterio". ¿Cómo valorar esas ofensas? La ley no incluye una tipología del ultraje.

El tema es peliagudo y lo abordaré con un precedente histórico. El 17 de marzo de 1995 el priista Humberto Roque Villanueva hizo un gesto en la Cámara de Diputados que sería conocido como la "roqueseñal". La votación que subió el IVA del 10 a 15% le produjo tal júbilo, que empuñó las manos, extendió los brazos y los bajó hacia su vientre como diciendo "me los chingué". Eso entendió la población, que bautizó el acto con su nombre.

Sin embargo, el político que presidió el PRI en 1996 afirma que empuñó las manos sin mover los brazos. Así lo captan las fotografías. Algunos expertos señalan que, en efecto, su gestualidad no fue tan grosera (quedan por averiguarse las señas que hacen los causantes cada vez que pagan IVA).

Si la "roqueseñal" ha suscitado análisis parecidos al "gol...

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