Juan Villoro / Política viral

AutorJuan Villoro

Bufón del capitalismo tardío, Donald Trump es un multimillonario cuyo mayor activo es el capricho: convencido de que el planeta está en venta, jamás contratará a un peluquero que valga la pena.

En su extraña biblia de autoayuda, TRUMP: The Art of the Deal, encomia el valor publicitario de la extravagancia. Cuando alguien llega a una reunión, se fija en la persona más rara. Lo mismo se aplica a la prensa: lo peculiar es noticia: "Hablen de mí, aunque sea bien". Para Trump, toda publicidad es buena publicidad; en tiempos de redes sociales, su impacto viral resulta incontenible.

Guy Davenport habló de la "sociedad del espectáculo" como un mundo donde las representaciones sustituyen a las realidades y los simulacros a los hechos. Sería deseable vivir en un ámbito circense donde las figuras públicas tuvieran que esforzarse al máximo en ser notadas, pero habitamos una época del tedio donde Trump puede ser la persona más notoria en un debate.

Desde hace cinco meses recorre Estados Unidos con una trágica noticia, "El sueño americano ha terminado", mientras reparte insultos a sus contrincantes. La cortesía carece de valor en su mercado. Sobre Hillary Clinton dijo: "¿Cómo va a ser satisfactoria para un país si no ha podido satisfacer a su marido?" (otro de sus libros de superación personal lleva el módico título de Piensa en grande y patea traseros en los negocios y en la vida).

El precandidato republicano parece inscribirse en la tradición del pistolero cuya leyenda aumenta con sus víctimas. Ante el descrédito de los políticos convencionales, encarna un doble ideal: es un triunfador en un país que rinde pleitesía al dinero y un patán que trata a los políticos como se merecen. Vocero de una injuriosa utopía monetaria, sugiere que si los billetes calificaran a sus usuarios, hablarían como él.

Su gestión económica está lejos de ser impecable, pero el cierre de sus casinos, la venta de derechos para organizar el concurso de Miss Universo y sus altibajos inmobiliarios son borrados por su exhibicionismo. La fortuna de Trump es como su pelo: existe para ser notada. Tener más de tres mil millones de dólares no es poca cosa, pero él los tiene para celebrarse a sí mismo con narcisismo empresarial: sale de la Trump Tower en Nueva York para tomar el Trump jet rumbo al Trump Ocean Club en Panamá.

El dinero patrocina delirios y uno de los más peculiares es el ego del empresario nacido en 1946, en Queens, Nueva York. Su...

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