Juana Inés Dehesa / La gravedad

AutorJuana Inés Dehesa

Es una verdadera sorpresa que los mexicanos no tengamos la reacción, apenas despertar, de aventar una canica y comprobar que caiga al suelo, sólo para cerciorarnos de que alguien, durante la noche, no nos alteró el funcionamiento de la ley de gravedad.

Es que a estas alturas de nuestra siempre triunfadora vida independiente, los habitantes de este pintoresco país ya no creemos en nada ni en nadie. Bueno, en la virgencita de Guadalupe, en que somos el gigante de la Concacaf y en los interventores de Gobernación que vigilan los concursos de Chabelo, pero no todos y no todo el tiempo. Vivimos en la paranoia permanente y pensamos que en cualquier momento van a venir los malos, los peores o los políticos a intentar despojarnos de nuestros bienes y a pasar por encima de nuestros derechos.

En una palabra, nos hemos vuelto suspicaces. Cosa que no estaría mal -todo gobierno necesita de un electorado receloso y vigilante, que enchinche y pida todas las cuentas posibles-, si no fuera porque lo hemos llevado al extremo de no querer ni saludar al policía de la esquina, vaya a ser que nos encuentra cara de sospechosos (de por sí) y nos metamos en un problema. La confianza entre funcionarios y ciudadanos de a pie se ha deteriorado (jojojo) tal forma, que basta que aquellos tomen una decisión, o amaguen con hacerlo, para que inmediatamente nos entre la duda de por qué lo están haciendo, a quién están beneficiando en realidad, cuál es su agenda secreta y en qué momento va a saltar la liebre y a hacernos la vida imposible...

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