Juana Inés Dehesa / Pérdidas

AutorJuana Inés Dehesa

El Parnaso, más que una librería, es un estilo de vida. Digo es, porque tengo la esperanza de que subsista, aunque sea en otro sitio. Si llegase a morir, desaparecería, cual arrecife de coral, el hábitat de un ecosistema completo de la ciudad de México, con todo y morrales y citas de Heidegger. La pérdida sería tremenda, no sólo porque se perdería un espacio más de oferta de libros -instancia, por lo demás, escasísima en este país nuestro que insiste en pretender convertirse en un país de lectores-, sino por la pérdida de todo lo que los libros traen consigo: el intercambio de ideas, el encuentro de seres que de otra forma no coincidirían nunca y la sociología y politología de banqueta. La pérdida de un espacio más de convivencia con los libros tiene que ser una tristeza para todos.

El Parnaso nunca fue mi librería. Mi librería está en Miguel Ángel de Quevedo, con todo y que el que era mi librero, el responsable de que me volviera asidua a visitarla, ya no está. Él era mi condiscípulo en varias clases de Letras Hispánicas en la UNAM, tomaba apuntes en hojas blancas con caligrafía perfectamente simétrica y líneas absolutamente rectas y sabía mucho más de libros que yo. A partir de que descubrí dónde despachaba, desvergonzadamente acudía a él cada vez que tenía que escribir un ensayo final sobre la mujer en el Corbacho, sobre cinematografía en La sombra del caudillo o sobre cualquier otro de los muchos temas que me rebasaban. Acudía a él como al oráculo y no sólo salía de ahí con ideas, libros y soluciones para mi ensayo, sino con por lo menos otro título de lectura, según él, absolutamente indispensable. Me acuerdo, por ejemplo, que a él le debo Mujeres enamoradas, de D.H. Lawrence (que...

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