Juana Inés Dehesa / Telenovelas

AutorJuana Inés Dehesa

"Cada parche es un día de mi vida, cada parche fue un día dedicado a ti, a mi hijo, a mi heredero, a mi lobezno predilecto." Los reto a proferir esa frase inmortal como si fuera en serio y con una mezcla de ternura, sadismo y emoción contenida. No cualquiera puede; la que podía, y esa era una de sus frases leves, era María Rubio en su papel de Catalina Creel.

Era muy bonito, eso de sentarse contraviniendo todas y cada una de las restricciones parentales a ver la telenovela a las nueve de la noche, con el lunch sin hacer, los dientes sin lavar y el mapa de Europa con división política a medio iluminar, para seguir, mesmerizados, una historia absurda, salpicada con los diálogos más enloquecidos y varios momentos de desmesura absoluta de una señora que era dizque muy aristócrata pero que se cargaba un pelucón que más parecía un roedor traído de una isla exótica que el peinado de salón de una doña de Las Lomas. Les digo, era padrísimo.

Ahora, en cambio, los malos nos están saliendo muy chafas y muy faltos de imaginación. Como muy sin chiste. Hoy, en un momento en que gracias a ese Big Brother autogestionado que es el internet, todos tenemos la oportunidad de protagonizar nuestra propia telenovela; todos podemos convertirnos en malos malísimos o sufrir en secreto (en un secreto muy publicitado, claro está) por nuestros ideales o nuestras bajas pasiones.

¿Y qué gana el arte escénico con ello, a ver? Nada de nada. Puras oportunidades desperdiciadas. Puro tiempo de pantalla anodino. Imagínense ustedes lo que hubiera ganado Ricardo Anaya si...

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