Julia Carabias / Patrimonio natural

AutorJulia Carabias

Los seres humanos, al igual que el resto de los seres vivos del planeta, desde nuestro origen hemos dependido de la naturaleza para la supervivencia. Sin embargo, no hemos aprendido a valorarla y respetarla, por el contrario, en las últimas seis décadas hemos generado un daño ambiental sin precedente.

Cada especie, entre los millones que existen en el mundo, es el resultado evolutivo de un largo y complejo proceso de interacciones que ocurren entre ellas mismas y con el medio físico que las rodea. En México, debido a su ubicación geográfica y accidentada topografía, estos procesos evolutivos han sido particularmente diversos a lo largo de su historia geológica. Así, las expresiones de vida que se manifiestan en el territorio mexicano sólo se comparan con las de China, Brasil, Indonesia y Colombia. Todos los ecosistemas que existen en el mundo, excepto las taigas y tundras de los climas extremos fríos, se encuentran representados en México.

Los humanos aprovechamos los componentes y funciones de los ecosistemas para nuestro beneficio y desarrollo. Estos beneficios se conocen como servicios ambientales y son de varios tipos: de provisión, como la obtención de alimentos, agua dulce, madera, fibras, combustibles; de regulación, como el control de la erosión, la estabilidad del clima, el control de enfermedades, la purificación del aire y del agua; de soporte, como el reciclamiento de nutrientes, la formación de suelo; y culturales, como las actividades recreativas, estéticas o educativas.

La biodiversidad y sus servicios ambientales constituyen el patrimonio natural de nuestro país y la base material para el desarrollo presente y futuro. Su diversidad representa una ventaja y oportunidad para lograr el bienestar social nacional, siempre y cuando se aproveche de manera adecuada. Éste es precisamente el reto y responsabilidad de nuestra generación.

No obstante, históricamente, las políticas de desarrollo no han valorado la importancia de garantizar la conservación del patrimonio natural como una condición sine qua non y se persiste en justificar que la transformación y destrucción de la naturaleza es el costo del desarrollo.

Las sociedades modernas, particularmente las urbanas, tienen una percepción equivocada y distante de la naturaleza. Se considera que los alimentos se obtienen en el mercado, que el agua surge de las tuberías, que los muebles de madera provienen de los almacenes, que la electricidad se genera en los cables y que el aire...

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