Laberinto y tesoro

AutorAnaline Cedillo

Enviada

Fotos: Analine Cedillo

CUSCO, Perú.- En las montañas, cubiertas por bosque tropical, de vez en cuando resuena el silbato de los vigilantes del Santuario Histórico de Machu Picchu, acompañado de alguna advertencia, a gritos, para los visitantes mal portados.

"¡No salte, no salte!", exclama un vigía de repente: una chica intenta tomarse una foto donde se vea de fondo la Wayna Picchu (montaña joven en quechua), una elevación de 2 mil 720 metros, cuya cima sólo pueden conquistar las 400 personas que compraron boleto para ese día.

"Si uno salta, luego quieren hacerlo todos", explica Víctor Caseres, guía del grupo de mexicanos que viajamos juntos.

Esta y otras restricciones -como los letreros que indican seguir avanzando al llegar a puntos emblemáticos, como el reloj solar Intiwatana- más que sólo obedecer a motivos de seguridad se relacionan con la conservación de la ciudadela, edificada en el siglo 15 sobre la montaña vieja, o Machu Picchu.

Son casi las diez y media de la mañana. Por supuesto, no somos los primeros en llegar a Machu Picchu y mucho menos estamos solos. Los madrugadores arriban a las seis de la mañana y el flujo de personas continúa constante hasta las cinco de la tarde, cuando cierra el sitio.

Actualmente, el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo sólo permite que 2 mil 500 personas por día entren al santurario. Para garantizar el acceso en la fecha deseada, lo más conveniente es adquirir el boleto (616 pesos, aprox.) con anticipación vía Internet (www.machupicchu.gob.pe).

Quienes no lo compraron por esa vía, debieron hacerlo en efectivo en el Centro Cultural de Aguas Calientes, a donde arribamos, hace menos de 30 minutos, después de unas cuatro horas de recorrido desde Cusco.

Aguas Calientes, el poblado más cercano a la ciudadela y cuyo nombre refiere a las aguas termales de la zona, es pequeño: además de la municipalidad, tiene una iglesia, algunos restaurantes y cerca de 700 hoteles y hostales.

En el camino entre la estación de tren y el lugar donde se abordan los autobuses que suben hasta el santuario, hay un mercado de artesanías coloreado de blanco, rojo, azul, amarillo y anaranjado por textiles, playeras de la selección de futbol peruana y tiernas alpacas de peluche. Pronto estaremos frente a los torniquetes de entrada, donde cada visitante debe mostrar su pasaporte con el boleto. Este es el momento para aprovechar los sanitarios; también hay venta de alimentos, mapas y recuerditos.

EL CIELO Y LA TIERRA

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