Laboran a gusto con repatriados

AutorVíctor Juárez

Cuando Dan Defossey y Roberto Luna iniciaron Pinche Gringo, en la Colonia Narvarte, la idea era importar de la manera más auténtica el estilo y la cultura de la "barbacoa" del sur de los Estados Unidos.

Con el tiempo, esta idea evolucionó.

Desde que abrió el restaurante en su primera sede, en 2013, migrantes mexicanos deportados por el gobierno estadounidense han encontrado un lugar para continuar sus carreras laborales y no sentirse lejos de su segunda casa.

"No tuvimos que hacer nada, la gente venía a nosotros para hablar de su historia en los Estados Unidos. Los deportados que están trabajando aquí son empleados extraordinarios porque se sienten en casa. Extrañan su vida allá y ven esto como un santuario", expresa Defossey.

De 53 empleados con los que cuentan en sus dos sedes (Narvarte y Anáhuac, en la Miguel Hidalgo), al menos nueve de ellos laboraron en el país vecino, al cual llegaron por necesidad y de donde volvieron sin previo aviso, deportados.

Como le ocurrió a Eduardo Jiménez, originario de la Ciudad de México, quien partió hacia Phoenix, Arizona, en 2002, luego de perder su empleo en el Gobierno de la Ciudad, para permanecer en la capital del estado fronterizo por nueve años.

Una vida relativamente estable trabajando como cocinero acabó el día en que cruzó un semáforo en rojo.

"Me acuerdo, fue un sábado, salí de trabajar y fui a ver un amigo... mayo o junio de 2011, regresando en el freeway me agarró un 'high patrol' y en ese entonces ya estaba la Ley de (Joe) Arpaio (la SB1070)", relata.

Hugo Hernández prefiere empezar la entrevista hasta haber dejado todo listo en la parrilla, pues no es cualquier día: el "pitmaster" debe prepararse para las dos...

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