Latín y cultura: ¿La resurrección de una lengua?

AutorHéctor Zagal

Quienes nacimos en los años 60 no estamos familiarizados con la cultura católica tridentina, con el estilo del barroco romano, lleno de incienso y protocolos. A partir del Vaticano II (1963-1965) se abolieron en la Iglesia católica los signos que evocaban un pasado, digamos, poco republicano. El aggiornamento de la Iglesia, la puesta al día, preconizada por Juan XXIII repercutió inmediatamente en la imagen exterior. Al Papa ya no se le coronó con la tiara ni se le revistió con una larga capa de brocados. La guardia noble, sus aristocráticos gards du corps, dejó de escoltarlo. El Pontífice prescindió de la solemne silla gestatoria que llevaban en andas sus caballeros sediarios. Los abanicos de plumas finas que adornaban su trono se guardaron en los armarios. Se prescindió de la costumbre de besarle los pies. Nuestras abuelas temieron que los Beatles se apoderaran de la Basílica de San Pedro y que los hippies dictaran la moda del Vaticano. Muchos pensaron que era el principio de una Babel religiosa.

Las reformas visibles más hondas se dieron en el modo de celebrar la misa. El latín cedió su paso a las lenguas comunes y corrientes. La liturgia se hizo, por decirlo de una manera, más amigable. El sacerdote comenzó a celebrar de cara a los asistentes y no de espaldas, como se había practicado durante siglos. El gesto pretendía mostrar que la misa no sólo era un sacrificio ofrecido a Dios, sino también asamblea fraterna, reunión del Pueblo de Dios. El detalle no es menor. Los conocedores se dieron cuenta de que la Iglesia católica también sufrió su revolución del 68. Los obispos latinoamericanos comenzaron a distanciarse de los dictadores de sus países y los papas subrayaron la urgencia de vivir la doctrina social.

Hace unas semanas, Benedicto XVI emitió un documento que permite celebrar libremente la misa de San Pío V: la misa "barroca". Se trata de un ligero distanciamiento de los cambios introducidos en la liturgia a partir del Concilio Vaticano II. Algunos consideran que tal decisión corresponde al conservadurismo de Ratzinger y que el Papa alemán ha emprendido una cruzada para regresar a épocas arcaicas. Esta lectura adolece de varios defectos que no pienso discutir. Lo cierto es que el decreto elimina las barreras administrativas para celebrar la misa en latín según el rito de Trento, que fue el concilio de la Contrarreforma. La medida obedece a que en Europa hay pocos católicos practicantes, y los pocos que aún lo practican, echan de menos...

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