Latir del corazón maya

AutorCecilia Núñez

Fotos: Aggi Garduño

Enviadas

El esplendor colonial de Antigua lanza un hechizo casi imposible de librar. Pasar los días entre callejones empedrados, husmeando tras los portones de sus coloridas casonas es tentador, pero la promesa de llevarse el recuerdo del majestuoso paisaje del Lago Atitlán y convertirse en marchante del mercado maya de Chichicastenango termina por definir la ruta. Por carreteras sinuosas y envueltas en neblina, la curiosidad se convierte en la brújula más confiable de una travesía que fusiona historia, arquitectura barroca, bellezas naturales y esencia indígena.

Lago de Atitlán

Zafiro profundo

Desde Antigua hacia el lago, el recorrido tiene un halo misterioso cortesía de la niebla de las montañas. Pero siempre hay un instante en el que se dispersa y entonces aparece Atitlán en todo su esplendor.

Hace unos 85 mil años, una erupción formó esta caldera volcánica, conocida como el lago más profundo de Centroamérica, con 340 metros. Lo rodean los volcanes de Atitlán, Tolimán y San Pedro, todos rebasan los 3 mil metros de altura.

Una decena de pueblos mayas tradicionales se esparcen en su diámetro. Panajachel es de los más conocidos; de pasado hippie y atmósfera bohemia, regala una probadita del estilo de vida en las costas lacustres.

Antigua

Encanto de piedra

Tres volcanes custodian los secretos de esta ciudad, que presume con orgullo sus calles adoquinadas y sus viejas casonas vestidas de hiedra y buganvilia. Es un lugar para caminar hasta el cansancio, sólo así se descubre lo que sus muros encierran: delicados restaurantes, galerías, tiendas de diseño, lujosos hoteles y...

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