El legado de Posada

AutorJesús Pacheco

Los caricaturistas contemporáneos tienen una deuda permanente con su ironía y la expresividad de sus trazos... Algunos críticos llegan a situar su obra a la altura de la de los muralistas mexicanos o de artistas como Goya...

Cualquiera que decida estudiar la filosofía del mexicano y la conformación del nacionalismo está obligado a revisar su trabajo...

Y se dice incluso que una de sus calaveras, la más refinada, La Catrina, es el icono femenino más conocido de México luego de la Virgen de Guadalupe... A casi un siglo de su defunción, nadie pondría en duda el talento de José Guadalupe Posada (Aguascalientes, 1852-Ciudad de México, 1913) y su legado en el arte mexicano.

De manera que cuesta trabajo imaginar que en vida haya sido tan poco valorado entre artistas, periodistas e intelectuales, o que su muerte, en enero de 1913, no mereció siquiera una mención en los periódicos de la época.

Tuvo un entierro gratuito en el Panteón de Dolores, de donde sus restos fueron exhumados siete años más tarde para acabar en una fosa común.

No tenía familia y nadie reclamó sus huesitos. Nada que ver con los huesos que dejara impresos en múltiples hojas volantes y la memoria colectiva de los mexicanos.

Según el escritor y periodista Agustín Sánchez González, Diego Rivera llegó a mencionar que Posada era tan grande que quizá un día su nombre fuera olvidado.

Aunque tal vez esa frase era parte de su campaña a favor de que Posada estuviera en boca -y sobre todo en ojos- de todos y de que su nombre nunca fuera víctima del olvido.

Eran los años 20 y la gente empezaba a darse cuenta de que en sus casas había obra de José Guadalupe Posada: en cajitas de cerillos, en paquetes de cigarros, en juegos de mesa como la Oca o el Coyote, en las ofrendas de Día de Muertos...

Y en 1930 vio la luz una antología que fue ampliamente conocida fuera del País con poco más de 400 obras del hidrocálido reunidas por el mismo Rivera, el pintor y muralista Pablo O'Higgins, Frances Toor, editora de la revista Mexican Folkways, y Blas Vanegas Arroyo, hijo del impresor mexicano y editor de hojas volantes más popular de finales del siglo 19.

El nombre de Posada comenzaba así a rebasar fronteras y a grabarse de manera indeleble en la historia del arte mexicano, no sólo como dibujante de calaveras, sino como artesano comprometido con las causas populares.

Más que alegoría

Una calavera ajuareada para fiesta aparece en la...

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