Con letras libres

AutorEnrique Krauze

A Cosío Villegas le gustaba decir que en la vida había usado distintas "casacas". Yo he tenido algunas: editor, historiador, biógrafo, crítico cultural y ensayista político, pero el desempeño de esas vocaciones ha sido paralelo a lo que he llamado "travesía liberal" porque ésta, según creo, atañe más directamente a mi formación, trayectoria e identidad como intelectual, y porque toca temas teóricos e históricos de interés general que incluyen el ámbito mexicano y el internacional. Este libro es un viaje múltiple a lo largo del cual visito a personas (nuevos abuelos y maestros), lugares, libros, problemas y nudos de la historia mundial. Lo emprendí en 1976, año en que murieron don Saúl y don Daniel y me incorporé a la "pequeña barca" de Vuelta, con Octavio Paz. Si no me engaño, en mi Travesía liberal resuenan los limpios ideales de mi abuelo y, sobre todo, los avatares de su biografía, una búsqueda incesante de libertad que me dio la vida. El gran diseño liberal de don Daniel lo inspira también, de otra forma: me ancló a la historia de mi país y me legó el amplio horizonte de sus textos y lecturas. Y quisiera creer que algo del espíritu apasionado y polémico de Octavio Paz, su liberalismo moral, respira aquí. Porque es un libro escrito con dos palabras suyas: letras libres.

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No he pretendido contar mi vida intelectual: he querido editarla. Releyendo algunas conversaciones, advertí un patrón: alrededor de cada una (precediéndola a veces, o como un eco posterior, inmediato o lejano), había uno o más textos (ensayos, notas, reportajes, crónicas) que respondían, como un eco, a ella. La conversación había suscitado un texto, o el texto había anticipado una conversación. Había buscado deliberadamente a mis interlocutores, no por razones incidentales, sino por una necesidad real: para que aclararan mis dudas, iluminaran mi circunstancia y de ese modo sirvieran al lector. Antes, durante o después de esas conversaciones, reflexioné sobre ciertos problemas, leí ciertos libros o visité lugares donde se vivían momentos de alta concentración histórica. Al parear conversaciones y textos, el libro fue tomando una forma, no antológica, sino biográfica. Editar una vida intelectual es hallar las correspondencias secretas en la obra de un escritor. Así reconstruí esta Travesía liberal.

La travesía se inició el 9 de noviembre de 1978 con un rito casi iniciático: la conversación con Jorge Luis Borges que él mismo tituló "Desayuno more geometrico". El tema era Spinoza, el filósofo por quien mi abuelo sentía devoción (junto con Goethe, Nietzsche, Marx, Browning, Russell, Einstein, Freud y el propio Borges, entre otros).

A partir de ahí, el libro se organiza en cuatro tramos temáticos, compuestos de diversos capítulos. Cada capítulo, a su vez, se integra con dos unidades, una que sigue siempre una pauta, la conversación, y otra que adopta diversas formas, ya sea el ensayo, el reportaje, el artículo o la reseña''.

El primer tramo, "La historia no tiene libreto", se inspira en la famosa frase de Alexander Herzen, el pensador ruso que mejor integró la noble tradición socialista con el temple liberal. Siguiendo las figuras y movimientos de la izquierda en América Latina (guerrilleros en las sierras de Perú y El Salvador, profesores universitarios en las aulas de México, gobernantes sandinistas, burócratas cubanos, periodistas incendiarios, teóricos de la revolución maoísta, guevarista, trotskista en nuestros países), pensé que eran los nuevos "endemoniados" dostoievskianos. Para conversar sobre las lecciones que Latinoamérica podía extraer de la experiencia revolucionaria rusa, nadie mejor que el autor de Pensadores rusos, "el liberal clásico" de la segunda mitad del siglo XX, Sir Isaiah Berlin. Esa conversación (Oxford, 1981) tendría un eco posterior en el largo ensayo que escribí sobre los temas centrales de Berlin: el papel del individuo en la historia, la tensión entre la libertad y el determinismo, y la pasión por el género biográfico. Lo titulé "Plutarco entre nosotros". La versión que ahora publico es sustancialmente distinta de la que apareció tanto en Vuelta como en ediciones subsiguientes.

En 1983, el sindicato Solidaridad y sus aliados intelectuales, los disidentes polacos, habían vuelto a la clandestinidad. Herido no sólo por los teóricos disidentes, sino por el proletariado, el sujeto mismo de la supuesta redención, el marxismo se hallaba in articulo mortis, pero los soviéticos y sus aliados occidentales (supuestos propietarios, decía Paz, de la historia, la verdad y la moral) se negaban a emitir el acta de defunción que los incluía. Para entender las contradicciones e inexactitudes del marxismo (y ponderar también sus virtudes y su lugar en la historia intelectual de Occidente), busqué en Oxford a la mayor autoridad en el tema, el filósofo Leszek Kolakowski...

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