La llave del ropero

AutorBruno Bartra

De las teclas de una vieja pianola en un baño público de la Ciudad de México emanaron los primeros sonidos de un genio musical mexicano del siglo 20: en medio de la miseria económica que lo había apartado de su anhelada carrera como astrónomo, años después de arribar a la Capital, Francisco Gabilondo Soler apostaba a su otra pasión en la vida: la música.

Fiel a su actitud de autodidacta perenne, seguía los movimientos mecánicos del aparato, y de esta forma comenzó a dominar el arte de tocar el piano, huyendo con ello del nefasto contexto hacia los años felices de la niñez en Orizaba, donde a ratos se lanzaba a excursiones solitarias por el bosque, y súbitamente a través de lecturas se convertía en Sandokán partiendo en su navío desde Mompracem para recorrer los mares de Malasia, o pasaba Cinco semanas en globo sobrevolando África.

Al final de la tarde, al regresar de sus realidades paralelas, su abuela lo esperaba en casa para detonar nuevamente su imaginación y lanzarlo al País de los sueños entre historias y cuentos acompañados de la melodía de un piano.

Los gratos momentos con su abuela y sus libros hicieron del Grillito Cantor un especialista en subir a los niños latinoamericanos de todas las épocas posteriores al vehículo de la imaginación con historias ingeniosas inspiradas en las calles capitalinas, acompañadas de los ritmos más variados, desde el corrido y el fox trot hasta la salsa, el vals y el tango.

"Su música me evocaba imágenes, recuerdo la canción de El ratón vaquero en particular", dice Daniel Aspuru, tecladista del grupo El Gabinete y baterista de Nine Rain, "me ponía a brincar por toda la casa, en los sillones de la sala; sacaba la pistola y disparaba al espejo. Me metía de lleno en los personajes, con su música imaginabas muchas cosas, creabas historias".

El músico Chamín Correa recuerda haberlo escuchado en primaria y secundaria.

"Lo escuchaba y me imaginaba muchos animalitos; en todas las historias que él contaba, como El chorrito o El rey de chocolate, te imaginabas los personajes, porque no había televisión, yo escuchaba su programa de 15 minutos todos los días".

La pieza de El ratón vaquero (1936) destacaba por iniciar con un ritmo y una melodía que remitían a las viejas danzas irlandesas que bailaban los primeros inmigrantes a América del Norte, pero después de las primeras estrofas, el estilo se convertía en uno de los derivativos de dicho género: el country. La música que vinculaba al ratón estadounidense con las...

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