Luces de la ciudad / La malquerida

AutorGuadalupe Loaeza

Carlos Monsiváis decía que Dolores del Río era "la encantadora de cámaras". No había foto en la que no saliera esplendorosa y con un rostro impecable. Dicen que incluso hasta en sus últimos días, cuando se encontraba enferma de hepatitis, mantenía el rostro bellísimo de siempre, así como la elegancia que la había hecho famosa. De joven había conquistado Hollywood sólo con esa elegancia y con su mirada luminosísima, pues entonces el cine era mudo. Los estadounidenses se sorprendían cuando alguien les traducía el significado de su nombre, y les parecía maravilloso que un río pudiera llevar dolores. No resistimos citar el poema que le dedicó Carlos Pellicer en 1956: "Para Dolores, el río./ Para el río los dolores/ de cargar con tantas flores/ para Dolores del Río".

Pero una era la Dolores que tanto admiraban los estadounidenses, joven, lozana y exótica; y una muy distinta era la que conquistó el cine mexicano, la Dolores del Río sencilla, humilde y típicamente mexicana. Dicen que siempre maravilló la forma en que esta actriz se adaptaba a los papeles más diversos y difíciles. Como ella misma dijera en una ocasión: "Me quité pieles y diamantes, zapatos de raso y collares de perlas; todo lo canjeé por el rebozo y los pies descalzos". Aunque hay que decir que al principio no tenía muchas ganas de dejar los diamantes y los collares de perlas. Por el contrario, se cuenta que se resistió con todas sus fuerzas antes de aceptar el papel de María Candelaria. Sin embargo, lo encarnó con un profesionalismo que asombró mucho al Indio Fernández, el director de la cinta. Cuando Dolores tenía que aparecer llorando con su puerquito muerto entre sus brazos, el Indio le dijo: "Yo mismo voy a matar a este puerquito porque no quiero que aparezca un muñeco en la pantalla".

Con el cuerpo de su puerquito, Dolores filmó una escena tras otra, porque ninguna convencía al director. Fueron tantas las humillaciones que pasó la actriz durante el rodaje que un día ya no regresó a trabajar. Entonces, el Indio Fernández debió disculparse para que su estrella volviera a la filmación.

Quizás estos dos talentos no podían estar separados. Sí, sin duda el Indio no podía estar mucho tiempo lejos de Dolores, la admiraba y reconocía su talento y profesionalismo. Pero sobre todo, el rostro de esta maravillosa actriz lo encantaba tanto como a las cámaras de cine. En 1949, el Indio decidió adaptar para cine una obra del Nobel español Jacinto Benavente, La malquerida (1913). En España...

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