Luchan contra los demonios

AutorPilar Jiménez Trejo

La imagen de Bali ha sido promocionada como la de una isla "paradisiaca" para "vacacionar en cualquier época del año por su mar azul, su excelente clima tropical y la hospitalidad de sus habitantes".

Es verdad que una gran mayoría de visitantes recurren a ella para bañarse en sus playas, hacer surfing o bucear en sus arrecifes y visitar algún bar o discoteca de sus pocas zonas occidentalizadas.

Es verdad que Bali puede ofrecer unas vacaciones similares a las de otras playas del planeta, acaso distintas justamente por lo económico que resulta frente a los estándares internacionales -Indonesia es el país más barato de todo el sudeste asiático-, la diversidad de sus artesanías, y la mansedumbre de sus habitantes. Pero también es cierto que ir a Bali de esa manera es perderse de lo más exclusivo que esa isla tiene: lo asombroso está en su interior.

Dentro es donde los balineses encuentran el sentido de estar en esta tierra: en la altura de su volcán Gunung Agung, en el paisaje del lago Batur, en su zona montañosa impregnada de misticismo, en sus aldeas y diminutas carreteras de subidas y bajadas, en el blanco y negro de sus particulares templos hinduistas construidos en piedra volcánica que contrastan con los verdes más intensos o más tenues de la naturaleza también tropical que los rodea, o en sus terrazas de arroz escalonadas que descienden con suavidad.

Se trata de una tierra de esplendor delirante habitada por espigados hombres y mujeres que centran sus vidas en su cultura religiosa, que abarca todas las facetas y conductas en la isla, actitudes que ni el dominio islámico en Indonesia, ni las invasiones holandesas de principios del Siglo 20, ni las contemporáneas del turismo internacional han podido modificar.

Casi como una isla en medio de miles de islas, Bali es la única región de Indonesia -país que ocupa la mayor parte del archipiélago más grande del mundo, compuesto por más de 15 mil islas- que logró conservar la religión hinduista frente al avance del Islam.

Fue entre 1019 y 1042 cuando la influencia hindú floreció en gran parte de Indonesia; casi cuatro siglos después, la dominación islámica hizo que el último gran emperador hindú, Majapahit, iniciara un exilio hacia Bali acompañado por sacerdotes, artistas e intelectuales que llevaron con ellos la filosofía del hinduismo javanés.

Para los balineses, todas las fuerzas vitales deben convivir en equilibrio, por eso sus ritos y festividades buscan calmar a los espíritus buenos, pero...

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