Luis F. Aguilar / Claroscuros

AutorLuis F. Aguilar

En estas semanas la fragilidad de la política está a la vista. Su capacidad de pacificación, integración y coordinación social se debilita apenas los actores de la vida social con sus comportamientos rompen reglas, deshacen los vínculos de confianza y respeto, prefieren la violencia en vez del diálogo para resolver sus problemas, pretenden facciosamente que sus intereses particulares se vuelvan la norma universal de todo el conjunto de la sociedad y se impongan al Estado. La desconcertante novedad de estas semanas es que la política ha perdido capacidad directiva en su cúpula y en su base. Tanto las acciones de los políticos que son sus actores esenciales, como las acciones de la turbamulta de grupos demandantes sin una visión de realidad y de respeto hacia los demás han despedazado las potencialidades de pacificación y ordenamiento de la política.

Ante los hechos de estas semanas dos han sido los temas sobre los que se ha escrito y hablado con diversos tonos y argumentos: la necesidad de diálogo inteligente y la necesidad de aplicación efectiva de las leyes. Desde siempre esos son los dos pies o pilares de la política: ofrecer razones ante la violencia y poner límites a la transgresión y el delito. No hay otra manera de vivir en sociedad de una manera razonablemente pacífica, estable y soportable. Nadie pide una atolondrada rectoría del Estado, imprudente y desproporcionada, pero la rectoría del Estado se requiere en las situaciones límite cuando las fallas de ciudadanía son notorias e injustificables, por su oposición a ofrecer y entender razones y por su disposición a cometer transgresiones.

Son muchos los hechos para ser pesimistas en la actual coyuntura. Gobernadores débiles y miedosos ante grupos sociales que les tienen tomada la medida con sus movilizaciones y chantajes a lo largo de los años. Gobernadores obsoletos que no tienen vergüenza en utilizar programas sociales para ganar elecciones y dar continuidad a su poder primitivo y que en los últimos años han alcanzado una amplia autonomía respecto del gobierno federal, sus programas y sus delegados. Jóvenes criaturas de políticos, acostumbradas a tener privilegios a lo largo de su vida, a percibirse como superiores al conjunto de los ciudadanos comunes y a utilizar el poder público de sus padres para resolver sus asuntos privados. Maestros, estudiantes normalistas, estudiantes universitarios, encapuchados, embozados, también armados, que pasan por encima de leyes y derechos de los...

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