Luis Rubio/ Enron y Fobaproa

AutorLuis Rubio

El colapso de la empresa energética Enron debería ponernos en guardia. Se trata de la mayor quiebra corporativa de la historia, la quiebra de una empresa que había sido la envidia de tirios y troyanos. Enron había logrado revolucionar el mundo de la energía y convertirse en una entidad que intermediaba la compra y venta de energía como si se tratara de un servicio financiero. Súbitamente, sin embargo, el castillo de naipes se vino abajo. De la noche a la mañana, sin decir "agua va", la empresa se colapsó, generando pérdidas por casi cien mil millones de dólares. Todo ello en un país plagado de impresionantes estructuras e instituciones regulatorias y de auditoría, tanto públicas como privadas, que acabaron mostrando su incompetencia o, en el mejor de los casos, su incapacidad para detectar y evitar que los malos manejos administrativos, financieros y contables de la empresa llegaran tan lejos. Si eso ocurrió en el país con el mayor número de salvaguardas y mecanismos de protección para los pequeños inversionistas, ¿qué no podría ocurrir en un país como el nuestro, dados los manejos obscuros y palaciegos -además de abusivos del pequeño inversionista- que con frecuencia caracterizan a las empresas mexicanas? Enron llegó a ser la séptima empresa más grande de Estados Unidos. Especializada en la compra y venta de energía, la empresa inventó un mercado que no existía. Su crecimiento fue vertiginoso y su prestigio creció como la espuma. Era raro el consultor que no utilizara el ejemplo de Enron para ilustrar la forma en que una empresa podía transformarse hasta convertirse no sólo en la líder de su campo, sino también en un modelo de éxito digno de emularse. En estas circunstancias, no es sorprendente que su quiebra haya gestado un enorme escándalo. Ahora que las prácticas internas de la empresa han comenzado a publicarse, queda muy claro que las razones para el escándalo no son pequeñas. Entre ellas se encuentran dos que han cimbrado a la sociedad norteamericana: la primera, que la empresa invirtió prácticamente todos los fondos de pensión de sus empleados en acciones de la propia empresa, por lo que todos ellos perdieron la totalidad de sus ahorros para el retiro. La segunda, de trascendencia para todo ahorrador, inversionista y usuario de servicios financieros, que todos los mecanismos de protección, desde las regulaciones gubernamentales hasta las auditorías públicas, fueron corrompidas por la empresa, al grado en que nadie se pudo percatar...

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