Luis Rubio / A destruir

AutorLuis Rubio

Las cosas ciertamente no estaban perfectas y la promesa de ingresar al primer mundo hacía tiempo que se había disipado. Pero la realidad no era blanco y negro: México había dado enormes pasos hacia adelante, como ilustran las exportaciones aeronáuticas, automotrices y agroindustriales. Estados como Querétaro y Aguascalientes no sólo han mantenido la paz interna, sino que han venido creciendo a tasas asiáticas. Pero también hay regiones que no sólo se han estancado y rezagado, sino que en las pasadas décadas se convirtieron en fábricas de migrantes. Cualquiera que tenga un mínimo de sensatez y capacidad de observar sin distorsiones ideológicas y partidistas sabe bien que hubo grandes avances y enormes insuficiencias. Los grises del panorama mexicano son palpables por donde uno mire. La pregunta es si para lograr un progreso decidido y generalizado se requería destruir todo lo existente o si, por el contrario, la receta idónea era corregir el rumbo, construir sobre lo acertado y reparar los errores cometidos.

López Obrador llegó al gobierno hace exactamente dos años convencido del primer planteamiento: todo está mal y hay que destruirlo para retornar a lo que funcionaba antes. Paso seguido, el país ha vivido el torbellino de la eliminación de programas, cancelación de proyectos y toda clase de acciones, algunas justificadas y la mayoría arbitrarias. Algunos comparten la necesidad de replantearlo todo, pero lo que es seguro, a dos años de distancia, es que el único plan que guía al presidente es el de echar todo para atrás, en muchas ocasiones animado por las más viscerales de las motivaciones: el odio, el ánimo de venganza y el ansia de poder.

Hay dos factores clave en que se centra la narrativa del gobierno actual: primero, que las reformas de las pasadas décadas siguieron una lógica ideológica; y, segundo, que las cosas estaban bien antes de comenzar las reformas.

Si uno analiza la manera en que se fue conformando el proyecto de reformas a lo largo de los ochenta, lo primero que salta a la vista es que no había un plan. El gobierno de Miguel de la Madrid se encontró con un gobierno quebrado y una economía desquiciada. Todas sus acciones por los primeros dos años de su gobierno se encaminaron a intentar reconstruir la estabilidad económica de los años sesenta: controlar el gasto público, bajar la deuda externa y restaurar los equilibrios financieros. El gran viraje que dio aquella administración consistió en comenzar a...

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