Luis Rubio / Gobierno y democracia

AutorLuis Rubio

Entre nuestras primeras lecciones de aritmética, todos aprendemos que el orden de los factores no altera el producto. Eso que es tan claro en las cuentas no siempre es válido en la política: ahí sí importa quién hace qué y cuándo. La euforia democrática de las últimas décadas y sus resultados obligan a reflexionar sobre las condiciones que son necesarias para construir un sistema de gobierno funcional y a la vez responsivo ante la demanda ciudadana.

En el último medio siglo se dieron una serie de transiciones a la democracia que resultaron por demás exitosas (España, Corea, Taiwán), pero también otras que claramente fallaron. Las protestas que hace un cuarto de siglo acabaron violentamente acalladas en la plaza Tiananmen no fueron sino una más de las manifestaciones de transiciones, pocas de ellas tan exitosas. Casos como la primavera árabe, Ucrania, Rusia, Irak, Tailandia y México, cada uno con sus características y circunstancias, ilustran la complejidad de construir un régimen a la vez funcional y democrático.

Algunos muestran la contradicción que frecuentemente yace entre la demanda de transparencia y rendición de cuentas y la capacidad del gobierno para, de hecho, ser transparente y rendir cuentas. Más allá de la disposición del gobernante a responder a la ciudadanía, quizá el principal obstáculo al desarrollo exitoso de un nuevo sistema de gobierno tiene menos que ver con las personas que con las estructuras del gobierno que deben ser modificadas.

La característica preponderante (y común denominador) de las transiciones a la democracia es el precedente autoritario, circunstancia que explica mucho de su anterior capacidad para gobernar y funcionar. El autoritarismo hacía fácil la conducción política; su desaparición hace muy difícil gobernar, como es el caso de México en estos años.

Es evidente que el "viejo" sistema funcionaba en buena medida por su inmensa capacidad de imposición. La vinculación PRI-presidencia permitía instrumentar las decisiones del ejecutivo de una manera generalmente eficaz y el sistema de control que el partido y diversos instrumentos del gobierno servían para evitar o "aplacar" disidencias inmanejables. El tiempo fue erosionando al sistema de control y la primera alternancia en la presidencia "divorció" al PRI del gobierno. Lo que siguió no fue una transición de terciopelo sino un colapso parcial de las funciones del gobierno. Es posible que manos más diestras hubieran podido conducir un proceso de...

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