Luis Rubio / Oportunismo

AutorLuis Rubio

La evidencia muestra que el proyecto es el poder, no el bienestar o el desarrollo; en este contexto, la crisis ciertamente cae como anillo al dedo. Se trata, como afirmó Rahm Emanuel, a la sazón asesor político de Obama, de "nunca desaprovechar una crisis... una oportunidad para hacer las cosas que pensabas que no podías hacer antes". En términos marxistas que utilizan muchos miembros de Morena, se trata de agudizar las contradicciones para cambiar la realidad.

Efectivamente, el presidente fue electo para cambiar la realidad: su plataforma electoral planteaba enfrentar la pobreza, corrupción, desigualdad y la falta de crecimiento acelerado. Si algo lo ha distinguido en el pasado año y medio es por ser consistente en sus promesas y por avanzar su agenda en cada uno de esos frentes. La pregunta clave sobre él no radica en los objetivos, que son públicos y transparentes, sino en las estrategias que está siguiendo para lograrlos. Puesto en términos llanos, nadie puede estar en contra de esos objetivos, pero lo que parece evidente es que no está avanzando hacia su resolución: más bien, está concentrando el poder en todos los frentes, como si eso fuese suficiente para alcanzarlos.

La noción de que la concentración del poder resuelve los problemas del país se deriva de una lectura parcial e insuficiente de lo que ocurría en la era del desarrollo estabilizador, sobre todo en los sesenta y principios de los setenta. Las fechas importan porque los resultados fueron contrastantes: entre los cuarenta y el inicio de los setenta el país gozó de una situación de excepcional crecimiento económico y estabilidad política, una combinación perfecta que resultaba de un modelo económico y político que guardaban coherencia entre sí pero que, en los sesenta, llegó a su límite. En los setenta se intentó prolongar un modelo que ya no contaba con viabilidad económica o política a través de un creciente endeudamiento, lo que llevó a la crisis de deuda en 1982 y la terrible recesión de esa década.

El punto clave es que el modelo que había funcionado, una de cuyas características era una presidencia fuerte, fue producto de estrategias políticas y económicas concretas. La presidencia fuerte era la consecuencia del modelo, no el modelo mismo. Además, ese modelo respondía a un momento histórico de México y del mundo que ya no existe. En este sentido, intentar recrear la presidencia fuerte para resolver problemas del siglo XXI es, como hubiera dicho Marx, una...

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