Luis Rubio / Perspectiva de democracia

AutorLuis Rubio

Cuando, en los setenta, el país comenzó a adoptar formas democráticas, la esperanza era que esa forma de gobierno gradualmente iría adquiriendo fuerza propia, creando condiciones para el desarrollo de una manera mucho más estable y permanente. Las sucesivas reformas electorales y políticas, se suponía, traerían consigo un entorno de civilidad que permitiría dar un gran salto hacia la democracia y la civilización. Ya desde entonces, un profundo conocedor de México, John Womack, advertía que esto no era lo natural: "la democracia no produce, por sí misma, una forma decente de vivir; más bien, son las formas decentes de vivir las que producen la democracia".

Décadas después de iniciada la primera ola de reformas, el país padece problemas por demás serios -como la corrupción, impunidad y violencia- en tanto que la democracia no ha logrado abrir la brecha que se esperaba en la forma de tomar decisiones y, a juzgar por los más recientes procesos electorales, tampoco en la forma de elegir a nuestros gobernantes. Las viejas formas de hacerse del poder y preservarlo -clientelismo, uso indebido de los recursos públicos, compra de votos- siguen vivitas y coleando.

Dice el viejo dicho que para bailar tango se requieren dos danzantes: lo mismo es cierto para la democracia. Mientras la población no se sienta representada y no tenga acceso (indirecto en la forma republicana de gobierno) a la toma de decisiones, su mejor interés es siempre el de obtener el beneficio que pueda, independientemente de las consecuencias e implicaciones. Esto es lo que explica la participación popular en el robo y distribución de gasolina y la asistencia de las comunidades a los narcos. Cuando el gobierno no cumple su cometido ni se ha ganado su legitimidad, la población explota cualquier oportunidad que se le presenta, al punto en que los procesos electorales acaban siendo un juego: qué me das a cambio de mi voto. Otra manera de expresar esto es el viejo dicho de que "hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo". La vida social acaba siendo un juego de intercambios donde nadie tiene un incentivo para que el conjunto mejore.

Hoy es claro que la democracia no se crea a sí misma: para progresar, ésta requiere de condiciones que son poco comunes no sólo en México sino en la historia en general. Dos estudiosos, John Ferejohn y Frances McCall Rosenbluth, recientemente publicaron un análisis de la historia de la democracia que aniquila cualquier esperanza de que...

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