Luis Rubio / Pinche asalariado

AutorLuis Rubio

La película Sarafina, protagonizada por Whoopi Goldberg, tiene lugar en la Sudáfrica del apartheid. Whoopi personifica a una maestra que trata de infundirle un sentido de dignidad y un espíritu de libertad a unos niños que padecen un régimen de discriminación impenetrable. Aunque se trataba de un lugar remoto y distante, radicalmente distinto al nuestro en historia y características, salí del cine profundamente contrariado: recuerdo haber pensado que si en México hubiera colores como en aquella nación africana, tendríamos que reconocer que nuestra realidad no es muy distinta.

En México el problema principal quizá no sea de discriminación racial o racismo flagrante, pero sí lo es de clasismo. Nada lo ejemplifica mejor que el altercado reciente que se pudo observar a través de YouTube (las ladies de Polanco) cuando una señora le gritaba a un policía "pinche asalariado de mierda". Además del insulto a la personificación (al menos en teoría) de la autoridad, los términos empleados y el tono de los mismos revelan toda una manera de entender al mundo.

El episodio resume, de manera más que nítida, varios de los problemas que nos impiden prosperar: el desprecio a la autoridad, la impunidad, el clasismo en nuestra sociedad y la inexistencia de un sistema policiaco que sea relevante, idóneo a nuestra realidad y circunstancia.

Sin duda, uno de nuestros grandes males es el del clasismo. Aquí van dos ejemplos que lo ilustran con claridad. La industria hotelera y restaurantera estadounidense emplea a cientos de miles, si no es que millones, de migrantes mexicanos. Cualquiera que haya observado la relación entre los mexicanos y sus pares o jefes estadounidenses podría atestiguar que la comunicación es respetuosa y en los mismos términos que ocurre entre los propios americanos. Lo interesante es cómo cambia eso cuando llega un mexicano como cliente del establecimiento: lo más común es que el mexicano le hable en español y de tú, esperando que el empleado mexicano le responda de usted. Es decir, aunque allá la comunicación es de iguales, cuando viajamos llevamos con nosotros nuestra estructura cultural y clasista y de inmediato la reproducimos en otro contexto.

Un caso más cómico, pero igual de revelador, lo observé en una ocasión en una playa fuera del país. Un prominente empresario mexicano disfrutaba del sol en un camastro cuando, súbitamente, comenzó una severa tormenta eléctrica. Veloz, el policía que cuidaba el lugar conminó a todos los que ahí...

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