De luz y sombra

AutorSalvador Cisneros

TACOTALPA, Tabasco.- Lo primero que llama la atención, luego de 15 minutos de andar por una vereda que se abre camino entre la densa selva, es el tono azul grisáceo del arroyo, que por momentos se torna blanquecino.

Parece una mezcla caprichosa del color del cielo, la ceniza y la nieve.

Uno de los atractivos turísticos de la Reserva Ecológica Villa Luz, ubicada al sur del estado, es visitar la Cueva de la Sardina, justo de donde proviene este afluente que, 500 metros más abajo, se une con las corrientes de otros manantiales y forma una cascada de 15 metros de altura que luego desemboca en el río Oxolotán.

Al intentar tomar de cerca una fotografía del agua, el sentido del olfato reacciona: su intenso aroma y peculiar tono se deben a la alta cantidad de azufre que contiene.

Camino arriba hacia la cueva, a la que sólo se puede acceder con un guía certificado y equipados con casco y lámpara, el calor y el olor aumentan. En este punto, el turista podría pensar que no vale la pena adentrarse en la caverna, que está alfombrada justamente por este arroyo.

Pero quien siga adelante se sorprenderá.

Al descender a rapel los 35 metros de profundidad que tiene la entrada de la Cueva de la Sardina (también se puede llegar mediante una escalera de concreto), el hedor empieza a disiparse.

Aunque parezca ilógico, el fondo de la cueva es un oasis inodoro. La explicación la ofrece Ramón Rodríguez, guía de Jungla Experience: afuera el sol evapora el agua y libera el azufre; algo que obviamente no sucede dentro de la oscura caverna.

Otro cambio que el visitante notará al bajar a la cueva, que tiene como característica ser el hábitat de centenas de sardinas con ojos subdesarrollados debido a que nunca ven la luz del sol, es que la temperatura y la humedad, sofocantes en la superficie, aquí no representan ningún reto.

Pero sí se trata de una prueba de tolerancia a la claustrofobia. Para llegar a la primera bóveda se debe atravesar un estrecho corredor de aproximadamente 10 metros de largo, que sólo tiene un metro y medio de altura por dos de ancho; aquí se comprende que el casco no es equipo ornamental.

Al salir, se descubren aún más sardinas en el riachuelo. El agua, por sus propiedades minerales, impregna las rocas del suelo con una leve capa de arcilla blanca que vuelve el camino resbaloso, por lo que es necesario llevar calzado con buena tracción.

Esporádicamente se escucha que caen gotas, aunque el techo de la cueva no tiene estalactitas ni el suelo...

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