Madres, médicas y maestras: Portadoras del 'gen doctor'

AutorAntonio Bertrán

Fotos: Roberto Antillóny Carlos Figueroa

Si existe un "gen doctor", un eslabón del ADN que determina la vocación médica, entonces hay madres profesionales de la salud que lo portan y heredan a sus hijos.

Lo que es indiscutible, según la experiencia de crianza de no pocas mujeres de este campo científico, es que el ambiente familiar puede influir para que los vástagos sigan sus pasos. En ocasiones a pesar de advertencias sobre lo demandante de la carrera o de que se haya evitado hablar de la profesión en casa.

Los hijos, incluso nietos de médicos o enfermeras, suelen confesar haberse sentido atraídos por el ejemplo de entrega a los pacientes que vieron en sus mamás y, muchas veces, también en sus papás.

Quizá sea "más bien algo que se trae en el espíritu, una curiosidad por conocer el funcionamiento del organismo", como opina la oftalmóloga Sara Eugenia Manjarrez, quien no tuvo ancestros médicos, pero procreó con un doctor a una hija radióloga.

O, como cree la joven pediatra Georgina García Luna Vásquez, nieta, hija -por los dos costados- y hermana de médicos, se deba a un "gen de ayudar a las personas".

Aquí cuatro historias que podrían arrojar luz sobre este misterio.

Sara Eugenia Manjarrez, oftalmóloga

LA ABUELA Y LA NIÑA DE SUS OJOS

La doctora Sara Eugenia Manjarrez juega con su nieto de 3 meses sentado en su escritorio, y le dice: "Tú sí vas a ser oftalmólogo, ¿verdad?". La pregunta encierra un cariñoso reclamo a su hija, la mamá del pequeño Óscar, que mira la escena sonriendo.

La joven madre se llama igual que la oftalmóloga y, como ella, estudió medicina en la Universidad La Salle (ULSA), y optó por la especialidad en radiología de su padre, el doctor Jorge Vázquez Lamadrid. "Es que no soy muy clínica, me gusta más la ciencia diagnóstica", explica.

Pero es patente la admiración por su mamá, que la lleva a emocionarse hasta las lágrimas cuando confiesa: "Desde chiquita le decía -mira, también mi mamá va a llorar-, le decía que cuando yo sea la mitad de lo que es ella, me daré por bien servida".

La oftalmóloga de Médica Sur, que hizo su especialidad en la Fundación Conde de Valenciana, reconoce que su primogénita es la niña de sus ojos, aunque enfatiza que a sus otros dos hijos, Natalia y Jorge Santiago, también los formó para ser "individuos positivos y trabajadores". Lograrlo implicó reducir en una época sus actividades profesionales.

"Hubo unos años en los que dediqué una buena parte de mi tiempo al desarrollo de los pequeñitos, pero fue la mejor inversión que pude haber hecho", asegura.

Cerca de cumplir 59 años (nació el 21 de mayo de 1956), su vocación la ubica en la infancia, en la granja de pollo que su padre, ingeniero agrónomo, tiene en Texcoco. Ahí acompañaba al veterinario en la reglamentaria y diaria necropsia de las gallinas que habían muerto en los corrales. "Me llamaba la atención ver esa investigación sobre las causas de su muerte", cuenta.

Fue en cuarto de primaria cuando supo sin lugar a dudas que sería médico, después de leer Cazadores de microbios, un libro que le regaló su mamá. Ella misma había querido ser doctora, pero tuvo que conformarse con ser normalista especializada en biología porque le decían que medicina "no era una buena carrera para las mujeres". De ahí que siempre impulsó la precoz vocación de su hija Sara Eugenia.

La "inducción" a la oftalmología, que la doctora Manjarrez está empezando a hacer con su nieto, le vino de su abuela materna: María Josefa Lorenza Sara Argomedo.

"Era de esas mujeres nacidas antes de la Revolución, con una miopía muy...

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