Manifiesto para un joven mexicano

AutorDenise Dresser

No te conozco pero sí te conozco. Eres la chica de Ecatepec a quien le atemoriza salir sola en las noches. Eres el joven de Jojutla, sobreviviente del terremoto, rodeado de las ruinas y el cascajo y los fantasmas que a pocos importa. Eres el universitario que enfrenta un futuro incierto porque no sabes cómo y dónde obtendrás un trabajo digno, un trampolín de movilidad social. Eres como los miles de alumnos que han pasado por mi salón de clase: algunos curiosos, algunos apáticos, algunos idealistas, algunos conformistas, la mayoría cargando preguntas. Estás ahí contemplando la miríada de injusticias y desigualdades y decrepitudes del México nuestro. Quizás te indignen, quizás no; quizás te preocupen o quizás te resulten indiferentes. Pero estés donde estés, pienses lo que pienses, apelo a ti en busca de parentesco y comunidad. Busco en ti una voz inteligente, filosa y patriótica dispuesta a señalar, a hablar y exigir, una y otra vez. Te hago un llamado para que despliegues la honestidad brutal, imprescindible para convertirte en uno de los pensadores y activistas extraordinarios de tu generación.

Te ofrezco estas líneas, este libro que intenta contar dónde estamos como país y delinear la ruta para recuperar el rumbo perdido. Te doy estas palabras, llenas de rabia y enojo y amor perro por el país partido que debemos rescatar. Tú importas. No lo olvides aunque a veces quienes te rodean parezcan sordos ante lo que verdaderamente piensas y quieres. Remover las aguas estancadas es algo loable, meritorio. Estamos aquí para removerlas juntos, escuchando historias, dibujando mapas de ruta, trazando un destino en el cual una madre no tenga que buscar a su hijo en una fosa, un padre no tenga que pagar el rescate de su hija secuestrada, una mujer no sea torturada por un policía, un joven no sea asesinado por cualquier banda criminal. Y ese México rescatado no se alcanzará si tú te desentiendes. Si tú crees que basta con ir a la urna, cruzar la boleta, votar por un candidato y regresar a casa. Vivimos engañados y engañándonos pensando que la democracia electoral basta, cuando la historia de los últimos veinte años demuestra que no es así. Como dice José Merino, la transición democrática dejó sin tocar cosas relevantes que atañen a la corrupción. Dejó intacto un andamiaje institucional que la permitía. La dejaba pasar.

Habitamos un país donde el avance coexiste con la regresión, la esperanza con la desilusión. Sacamos al PRI del poder sólo para verlo regresar -vía las urnas- doce años después. Caminamos un metro para después retroceder tres, como Sísifo empujando la piedra cuesta arriba, sin llegar a la cúspide. Hay razones para estar enojados. Enojados con los sueldos que no alcanzan para vivir; enojados con una cleptocracia rotativa que gobierna de manera impune; enojados con los privilegios inmerecidos que gozan cómodamente sentados en la punta de la pirámide; enojados con una clase empresarial que no está dispuesta a renunciar a su enorme tajada del pastel; enojados porque la corrupción cuesta 1.4 mil millones de pesos al año; enojados por síntomas semanales de descomposición como la Casa Blanca, la Línea 12, la Estela de Luz, la licitación del tren México-Querétaro, Ayotzinapa, el espionaje a periodistas, las empresas fantasma que recolectan recursos públicos. Ante ti está la dupla mortal de corrupción e impunidad, Malinalco y el tren chino, reformas mal instrumentadas y reformas teñidas. He allí Tanhuato, Apatzingán, Ayotzinapa, Tlatlaya, más lo que se acumule.

Todos nosotros soportando las consecuencias de un Estado de Derecho intermitente, irrisorio. Atrapados sin salida en lo que Héctor Aguilar Camín describe como "un proyecto de país de primer mundo, una capacidad de ejecución de gobierno de tercer mundo y un rechazo público de Estado o país fallido". Agravios del gobierno de Peña Nieto para los cuales las reformas estructurales no tuvieron respuesta.

Agravios ante cúpulas partidistas anquilosadas, aisladas, alejadas de sus supuestos representados. Un PRD desfondado y a veces inútil; un lopezobradorismo estridente y a veces intolerante; un PAN cuya corriente calderonista apoyó las reformas de Peña Nieto a cambio de protección política para el ex presidente en temas de violaciones a los derechos humanos y los costos de su guerra. Un gobierno priista que fue tapadera del anterior, con lo cual se apropió de todas las culpas y responsabilidades de su predecesor. El silencio sagrado, la protección asegurada, la omertá...

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