Entre mar y montaña

AutorYanirteth Israde

El epicentro de la fundación es Casa Wabi, un terreno de 29 hectáreas -27 de jardín y dos de construcción-, cuyos espacios, diseñados por eminentes arquitectos, funcionan como polos de irradiación cultural dentro del recinto que alguna vez fue solo duna costera.

Apenas llegar, los pies se hunden en la arena y se encandilan los ojos de un verdor tan indómito como las olas del mar que rompen delante de la casa. Ésta opera con recursos autogenerados y fondos públicos, sobre todo del Gobierno de Oaxaca.

La primera construcción que halla el visitante, obra delarquitecto japonés y Premio Pritzker Tadao Ando, es un horizonte de concreto.

Desnudo, reluciente, el muro de hormigón de 312 metros de largo por 3.6 metros de altura vertebra habitaciones públicas y privadas, también de concreto, dispuestas bajo un sistema de palapas. La principal, de mil metros cuadrados, es considerada la más grande del mundo, tributo a la arquitectura tradicional de la región.

Situada entre el mar y la montaña, Casa Wabi alberga, entre otros espacios, una sala que proyecta cine alternativo en colaboración con Cineteca Nacional y Ambulante Gira de Documentales, entre otras instancias -otra veces llevan películas a las comunidades-, así como una galería de arte que programa exhibiciones anuales.

Este 2020 presenta South of de Border, del estadounidense Lawrence Weiner, pionero del arte conceptual.

Anteriormente alojó obra de Daniel Buren, Michel François y Harold Ancart, Jannis Kounellis, Ugo Rondinone e Izumi Kato.

Además de Ando, ex boxeador al acecho de la luz en sus obras, otros reconocidos arquitectos construyeron pabellones en Casa Wabi.

Con el tabique como elemento protagónico, el portugués Álvaro Siza, galardonado con el Pritzker en 1992, diseñó el pabellón de barro, provisto de un horno para este material, y donde Emmanuel Leyva imparte talleres de barro para niños y jóvenes.

El jardín botánico, que preserva especies como la parota, el macuil, la majahua y la flor de lantana, es aportación del arquitecto mexicano Alberto Kalach, mientras el Pabellón de Guayacán, dedicado al cuidado y la reproducción de esta especie protegida, de propiedades curativas y de la que se obtienen maderas preciosas, fue concebido por el despacho Ambrosi Etchegaray.

El japonés Kengo Kuma propuso un gallinero cuya estructura de tablas horizontales y verticales entrecruzadas remite a la vivienda colectiva y otorga a las aves de corral libertad de movimiento, aire y sombra.

"No son solo...

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