María Enriqueta Camarillo: Rara avis de la poesía

AutorFrancisco Morales V.

En 1951, la Academia Sueca eligió a un escritor de casa para hacerse con el Premio Nobel de Literatura, Pär Lagerkvist, quien fue seleccionado entre 24 nombres posibles tras una campaña de académicos y colegas que años atrás lo habían nominado casi una veintena de veces.

Quedaron descartados Winston Churchill, primer ministro británico que lo obtendría en 1953, el novelista venezolano Rómulo Gallegos, el filósofo español José Ortega y Gasset y una contendiente solitaria nacida en Coatepec, Veracruz, hoy prácticamente en el olvido: María Enriqueta Camarillo y Roa.

Sin embargo, en las bases de datos de los nominados al Nobel de Literatura hasta 1968 -los últimos 50 años se mantienen en secrecía por estatutos-, el nombre de esta veracruzana, fallecida hace medio siglo, no aparece en la categoría de mexicanos, como sí los de Alfonso Reyes, candidato en 1949 y 1958; Enrique González Martínez, en 1949, y Josep Carner, 1965, este último, poeta catalán naturalizado.

Camarillo aparece sin nacionalidad; un reflejo del descuido general a su biografía.

En vida, no obstante, la poeta, novelista, cronista de viajes, profesora y periodista se las arregló para abrirse camino entre el asfixiante ambiente masculino del Porfiriato para conquistar a la intelectualidad española desde dentro, ser traducida a las principales lenguas romances y, como ciertas generaciones la recuerdan, por iniciar en la lectura a miles de niños mexicanos a través de su serie de libros Rosas de la infancia.

Hoy olvidada, Camarillo publicó, en 1922, las que se consideran sus dos mejores obras, la novela El secreto y el poemario Rincones románticos, cimentando un estilo que, aunque coincidió temporalmente con el modernismo, tenía más que ver con el romanticismo del siglo XIX.

Casada con el historiador y diplomático coahuilense Carlos Pereyra, la suya es una historia de constantes devaneos entre México y Europa -Madrid, Bruselas, Lisboa, Lausana-, que fueron trastocados por la Revolución Mexicana y la Primera Guerra Mundial.

También la de una celebridad bien establecida en Iberoamérica, de recepciones presidenciales a todo lujo y homenajes en vida.

"Lo único que me interesa es el estudio de las almas, porque las almas son la Humanidad entera", escribió en 1931 en un texto titulado Autocuestionario, una entrevista a sí misma recogida en su libro Del tapiz de mi vida.

"Las modas pasan como las aguas de los ríos; las costumbres evolucionan, y los pueblos se circunscriben; pero el dolor y...

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