Las matemáticas y el crimen

AutorCésar Arístides

No abundan en la promoción literaria contemporánea escritores ocupados en el contexto colonial mexicano; al contrario, escarban más en la cuestionable simbología del final de los tiempos, redactan cuentos, novelas y ensayos con esta tendencia finisecular agredida, más con pena que gloria.

Al seguir la lección emprendida en este siglo por Julio Jiménez Rueda y Artemio de Valle Arizpe, y bajo la guía espiritual de Lovecraft, Edgar Allan Poe o H.G. Wells, triada célebre cuando toca los enigmas del terror, e incisiva cuando ronda los enigmas de la ciencia, Isaí Moreno Roque enfrenta la noche espesa, afila su daga histórica y colma el tintero de sangre narrativa para expresar lo aprendido de sus manes y alabados, en Pisot. Los dígitos violentos, siempre dispuesto al sacrificio y al cuestionamiento por los excesos que el marco de referencia infernal o terrorífico salvaguarda, pero esta valentía lo lleva a salir bien librado gracias a la combinación de un tiempo presente, engañosamente cotidiano, mezclado con el periodo de dominación española en la parte más tenebrosa de la Ciudad de México; entrega una novela que se esfuerza por sublimar una fantasía espectral, convocar la nota roja y, como los adoradores de la noche empantanada de la literatura mexicana en los albores del Siglo 20 -Bernardo Couto y Ciro B. Cevallos, acompañados del pintor Julio Ruelas-, dialogar con los difuntos en el centro del exterminio; cuando visita al personaje de nuestros días, inscrito en el aula universitaria y atento al monitor de la computadora, se revela el misterio: la ecuación imposible perseguida por el relojero del Siglo 18 y el enfrentamiento del científico del Siglo 20 con la cifra y la fractura del espíritu no pueden resolverse si no es con el crimen, el ojo perverso del mal y sus secuelas.

La novela se inicia con el eclipse del 13 de mayo de 1752, día en que nuestro personaje fundamental, Policarpo de Salazar y Hurtado siendo niño expresa por primera vez sus dotes de calculista. Epidemias e indiferencia familiar lo llevaron a alejarse de su ciudad natal y errar por distintos poblados, para reaparecer en la Ciudad de México adulto y con las obsesiones matemáticas dentro del desquiciamiento mental. Anoto a continuación un par de estampas para comprender la atmósfera literaria y las inquietudes de nuestro personaje: "En ese entonces México, capital de la América septentrional en la Nueva España, era un nido de ladrones y serpientes... En las calles, la gente...

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