Mauricio Farah Gebara / Cambios a una reliquia
Autor | Mauricio Farah Gebara |
Existen varias iniciativas promovidas por diferentes partidos para hacer modificaciones al informe presidencial, una reliquia política que idolatraba la figura del Ejecutivo, hoy reducido casi a la impotencia, tanto por los escasos logros de gobierno, como por el acotamiento derivado del fortalecimiento del Poder Legislativo.
La discusión en torno a las modificaciones al informe presidencial se enfoca en un punto central: ¿cómo hacer que una práctica protagonizada por un solo poder, el que informa, sea más equilibrada y democrática?
Son tiempos de gobiernos divididos, donde la sacralidad propia del viejo arreglo político se ha perdido y la democracia y las libertades informativas han hecho al Ejecutivo blanco de numerosas críticas y cuestionamientos.
Es evidente que el Presidente ha perdido la capacidad y fuerza política como para protagonizar una práctica que, de acuerdo con la legislación vigente, es más rito que sustancia.
El problema es que ni el Presidente ni su partido quieren dar luz verde a modificaciones que lo debiliten aún más frente al cuestionamiento de las diferentes fracciones parlamentarias, al tiempo que resulta indispensable llevar a cabo algunos cambios para que el sentido de informar no se convierta en un acto políticamente irrelevante porque no hay nada que no se sepa, salvo lo que quiera dar a conocer el día del Informe.
Y es que la gran mayoría de las propuestas para modificar el formato pasan por el objetivo de institucionalizar un diálogo entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, mismo que, a menos que se diseñe con mucho cuidado y precisión, fácilmente podría derivar en un espectáculo político del que el Ejecutivo muy probablemente saldría debilitado frente a los inevitables cuestionamientos que le haría la oposición, ya sea por convicción o por protagonismo.
Baste recordar cómo han sido las comparecencias de los secretarios de Estado ante las Cámaras: cuando no desairadas o intrascendentes (que sería el caso tratándose del Presidente), se convierten en circos parlamentarios o diálogos de sordos (donde para la oposición todo está mal y para el gobierno todo marcha bien).
Algunas propuestas que quizás valdría la pena tomar en cuenta pueden inspirarse en el modelo norteamericano. En Estados Unidos el Presidente no informa propiamente el estado general que guarda el país, sino que más bien plantea los grandes lineamientos que asumirá el gobierno durante el año (el mensaje se da en enero) a partir del diagnóstico o...
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