De Memoria / Explotación escondida

AutorSealtiel Alatriste

4 de agosto de 1927: El gobierno español prohíbe trabajar a las mujeres desde las nueve de la noche hasta las cinco de la mañana.

En la efeméride del día de hoy hay un evidente error de formulación que no se me debe achacar. Me explico. Para hacer estas crónicas entro a alguna de las páginas en que se lista gran cantidad de anécdotas del pasado, y escojo una de la semana anterior o posterior a la fecha de publicación. La de esta semana aparece en la página de una famosa agencia de noticias (de cuyo nombre, como diría Cervantes, no quiero acordarme). ¿Qué esconde esta efeméride? ¿Qué pretendía el gobierno español? ¿Estaban las mujeres ansiosas por trabajar en ese horario? He reproducido el texto tal cual, para intentar averiguar qué se pretendía al promulgar esta ley, o en el mejor de los casos, para elucubrar qué la pudo originar:

  1. Las mujeres estaban locas por que las dejaran trabajar en el excéntrico horario que va de las nueve de la noche a las cinco de la madrugada, y el gobierno español, sospechando una jugarreta, les prohíbe hasta lavar los trastes. ¿Qué sospechaba el mencionado gobierno español? Pues muy fácil, que las malintencionadas féminas se lanzaran a las calles a practicar el oficio más antiguo de la humanidad y desvelaran a hordas de trabajadores que a la mañana siguiente se presentarían adormilados en sus respectivos empleos. En este caso, uno está autorizado a imaginar una manifestación de mujeres frente al Ayuntamiento, digamos de Alava, en la que exigen igualdad con los hombres: si a ellos se les permite estar a sus anchas en la calle, ellas quieren lo mismo. Protestan como si bailaran el can can: se dan media vuelta y se levantan las enaguas dejando sus nalguitas al aire.

  2. La cantidad de mujeres deseosa de trabajar a cualquier hora ha encontrado que el horario más propicio para cabaretear es, precisamente, en las ocho horas que les van a prohibir, y al Ayuntamiento, digamos, de Salamanca, le empiezan a llover solicitudes para abrir centros nocturnos con nombres que parecen burlarse de las iglesias: Rinconcito de Cielo, Aletear de Serafinas, Mordiscos de la Gloria. La autoridad (competente o incompetente, da igual) decide auxiliar a los pobres empleados de licencias y prohibir el horario de marras. Podemos en este momento imaginar a un oficinista, muy kafkiano el pobrecito, recibiendo la visita del Alcalde. "Ya no se preocupe mi buen Venancio", le dice, "nomás tiene...

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