De Memoria / Formas de la cópula

AutorSealtiel Alatriste

8 de noviembre de 1897: Se inaugura la sala de lecturas para invidentes en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

Hace muchos años, en la tercera Feria del Libro del Palacio de Minería, tuve una experiencia que hasta el día de hoy recuerdo con asombro. Por entonces dirigía la Editorial Nueva Imagen, y ese año habíamos rentado un stand que se ubicaba en una de las esquinas del patio central. Acabábamos de acomodar los libros cuando llegaron los primeros clientes. Una pareja se detuvo en el extremo izquierdo y empezó a recorrer todos los títulos de los anaqueles, de izquierda a derecha y de arriba abajo. ¿Cómo me di cuenta de que lo hacían así? Porque ella leía en voz alta el nombre del autor y el título del libro, y él, que la tomaba del brazo, decía en algún momento "éste", y ella tomaba un ejemplar. Fue tan sorpresivo el método de selección que me llevó unos minutos descubrir que el joven estaba ciego, o era invidente, como ahora se dice con toda corrección. No preguntaron nada, no pidieron consejo, no indagaron cuáles eran las novedades, se limitaron a cantar los títulos y escoger los que le sonaban bien al muchacho. Tres horas después regresaron y volvieron a empezar la misma rutina, se pararon al extremo izquierdo y ella empezó a leer cada título de izquierda a derecha y de arriba abajo. Los volvimos a observar con sorpresa, pero aún nos faltaba presenciar lo mejor: cuando ella terminaba de cantar la primera línea, él la interrumpió. "Ya estuvimos en este stand", comentó con una sonrisa, "o sea que ya recorrimos toda la feria. Vámonos porque ya me cansé de andar viendo libros". Me acuerdo perfectamente de que esa fue la fórmula que utilizó: andar viendo libros. En los brazos llevaban varias bolsas con libros que seguramente habían escogido siguiendo el mismo método que utilizaron con nosotros. Fue sorpresivo el uso del verbo ver en un invidente, pero por la sonrisa con que emitió la sentencia notamos que se tomaba de lo mejor una aparente limitación que, por lo visto, no había sido obstáculo para que disfrutará de la lectura. Me imaginé que igual que le leía los títulos, ambos se sentaban en una sala, de la casa que compartían, para que ella empezara a leer el contenido de cada libro que habían adquirido.

Guardo una relación cercana, íntima...

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