De Memoria / Entre el mito y la historia

AutorSealtiel Alatriste

28 de septiembre: Día clave en la Guerra de Independencia: en 1810 se libra la batalla de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato; y en 1821 se firman los acuerdos entre el General Agustín de Iturbide y el último Virrey, Don Juan de O´Donojú, por los que nos separamos de España.

Según la historia oficial, la Guerra de Independencia duró 11 años y 11 días, del 16 de septiembre de 1810, al 27 de septiembre de 1821. En la práctica fueron exactamente 11 años, de la batalla en que las tropas comandadas por el cura Hidalgo vencieron a los españoles en la ciudad de Guanajuato, al instante en que se firmaron los tratados por los que España reconocía la separación política de su colonia más importante.

Me pregunto si alguno de los representantes del Ejército Trigarante, en el momento de estampar su histórica firma, se acordó de las penurias que pasó el Pípila cargando su piedrotota para incendiar las puertas de la famosa Alhóndiga e inflamar de amor patrio a las tropas del primer ejército insurgente. Sin ese instante de gloria la Independencia jamás se habría consumado. Analicemos esos dos instantes con la óptica del presente:

Don Miguel Hidalgo se ha visto obligado a levantarse en armas. Está sentando de lo más tranquilo y le avisan que la conspiración de Querétaro ha sido descubierta. Es cura, malévolo, pero cura al fin, sale al atrio de la iglesia de Dolores e increpa a un puñado de campesinos. Como está prácticamente solo se deja llevar por el entusiasmo y pide a los presentes que, en nombre de la Virgen de Guadalupe, lo acompañen a matar gachupines. La gleba se levanta y va en pos de sus opresores. Marcha por el campo del Bajío gritando "Júntensen, júntensen, júntensen", y una multitud se les une en cada pueblo. Los guía la Guadalupana y la sed de venganza. En Guanajuato son ya montón.

Se han sumado otros conspiradores, sobre todo Allende y Aldama, militares de carrera que desprecian a esa gentuza encrespada, pero no tienen otra, el levantamiento se ha iniciado y los llamados gachupines, temerosos, se han refugiado en el granero de la ciudad. Hasta ahí los persigue la chusma enardecida, y desde ahí, reciben una balacera. Son tantos, sin embargo, que llegan hasta la muralla, se protegen de las balas como pueden, y queman la puerta por la que entran en tropel. Matan, roban, violan, a diestra y siniestra.

José María de Bustamante reconstruirá el hecho. Sabe que tienen que darle al coraje de los mexicanos un valor mítico y se inventa a un héroe...

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