De Memoria / Weels y Fargo

AutorSealtiel Alatriste

18 de marzo de 1850:

Se funda la Compañía American Express.

Sus directivos dicen que su historia es fascinante, aunque, de no ser por ciertas reminiscencias épicas, sería simplemente la historia de su éxito empresarial. American Express nació en la ciudad de Búfalo, Estados Unidos, cuando los señores Wells, Fargo, y algunos otros accionistas se unieron para brindar a sus clientes un servicio express para transporte de cargas y valores, que pronto se extendió al desarrollo de productos financieros como giros, cheques de viajero, y la creación de su famosa tarjeta de crédito.

Cuando se escucha el nombre de sus accionistas, vienen de inmediato a la mente las películas de vaqueros donde las diligencias de la Wells Fargo eran atacadas por forajidos que abrían cajas llenas de lingotes de oro. No deja de sorprenderme que una compañía, emblema del moderno capitalismo norteamericano, me remita a los westerns de mi infancia, pero aún más: tengo que reconocer, con vergüenza, que American Express está ligada a cierto episodio de mi vida sentimental. Verán.

En el remoto año de 1969, junto con Germán Dehesa, José Luis Barros, y Alfredo Rubio, emprendí un viaje "mochilero" por Europa. En la agencia de viajes nos informaron que si no llevábamos reservación de hoteles podíamos dar la dirección de las oficinas de American Express para que nos escribieran, sólo necesitábamos comprar cheques de viajero de la mentada compañía. Ni tardos ni perezosos cambiamos mil dólares cada uno.

Íbamos a estar más de dos meses y aunque mal viviríamos en hoteles de tercera (que resultaron de cuarta o quinta) tendríamos dónde recibir las cartas que nos enviaran nuestras desesperadas novias. El único problema era que American Express sólo tenía oficinas en las grandes ciudades, así que aun en las de tamaño medio, como digamos, Florencia, no recibirías correspondencia.

Todo transcurría a las mil maravillas. Cada cuatro o cinco días recibíamos un paquetito de cartas y leíamos los efluvios amorosos de nuestras enamoradas. American Express parecía una bendición del cielo, e iglesia a la que entraba, iglesia en que pedía por los señores Wells y Fargo.

El drama vino cuando dejamos Francia pues, no sé por qué, Germán diseñó un itinerario que excluía grandes ciudades, y de París a Roma no encontramos ninguna agencia de American...

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