Memorias de La Silla / De Colosio a Zedillo

AutorGuadalupe Loaeza

El 23 de marzo de 1994, fue asesinado Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas, un barrio de Tijuana. A pesar de que ya ha pasado casi un cuarto de siglo, estamos tan desinformados como si acabara de ocurrir ese terrible crimen.

De hecho, pareciera que estamos cada vez más lejos de tener alguna certeza. Puede decirse que cuando ocurrió, ningún mexicano estuvo ajeno al hecho; todos seguimos paso a paso la noticia, y pudimos incluso llegar hasta la sala del hospital en el que murió el candidato del PRI. Conspiracionistas como somos, los mexicanos no paramos de hacer hipótesis, vimos el video del crimen miles de veces, leímos todos los diarios y buscábamos nuevas pistas año con año. Como decía el novelista italiano Leonardo Sciascia: "Los crímenes relacionados con el poder nunca podrán ser solucionados del todo". Con relación a este caso, tiene toda la razón, porque actualmente pareciera que el Caso Colosio se quedó como un enigma histórico sin respuesta. Lo que sí podemos decir es que las personas que han investigado el asunto se han quedado con tres hipótesis fundamentales. La primera es la del asesino solitario, que dice que Mario Aburto actuó por su cuenta; la segunda, que Colosio fue asesinado por alguien dentro de su partido y, finalmente, que varias personas relacionadas con el candidato del PRI estaban relacionadas con el crimen organizado.

Lo más grave de todo era que Colosio murió en plena campaña, lo que causó una crisis en el PRI. En el sepelio del candidato, la gente estaba tristísima, era notorio que la que parecía quedar herida de muerte era la democracia mexicana. Las dos presencias más criticadas en este velorio fueron las de Carlos Salinas y Manuel Camacho Solís. Pero la que se encontraba pálida, con el rostro descompuesto, era Diana Laura Riojas, con sus lentes oscuros. Sí, no cabe duda de que era la presencia más digna en esos momentos. Diana Laura llevó con gran entereza la muerte de su esposo, pero también con mucha angustia. Desde que se enteró del atentado, no se separó de la sala del hospital en que los médicos buscaban salvarle la vida a su esposo. Se veía desecha, cansadísima, pero al mismo tiempo decidida a no separarse de él. "A veces no queríamos que fuera candidato, queríamos una vida tranquila", decía llena de angustia mientras Luis Donaldo agonizaba.

Cuando Manuel Camacho Solís llegó al velorio, todo mundo se escandalizó. Era nada menos que su rival, el que quería ser Presidente, muchos lo creían el responsable...

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