A la mesa con los candidatos

AutorHéctor Zagal

¡La mesa está servida! La política mexicana semeja un opíparo banquete. ¿Los invitados? Los poderosos: banqueros, abogados, empresarios, criminales y, de colados, uno que otro intelectual. ¿Los camareros? Nuestros políticos, con el futuro presidente de la República haciendo las veces de capitán, sea del partido que sea.

Primero se sientan a la mesa los invitados de honor. Son los grandes financieros internacionales y las omnipotentes empresas transnacionales. Ellos devoran las carnes más sustanciosas del festín. Durante el debate del pasado 10 de junio, nadie se atrevió a denunciar los enjuagues financieros internacionales. ¿No que íbamos a hablar de "México y el mundo"?

Los comensales del segundo turno son algunos empresarios nacionales y sus testaferros. A ellos les tocan cortes de carne menos sustanciosos, pero aún son bocados jugosos: infraestructura, medicinas, telecomunicaciones. Durante el debate, tampoco se habló de ellos.

En el tercer turno se sientan los comensales menos influyentes. Hoteleros que cabildean para apropiarse de manglares y playas; constructores que medran con el uso de suelo; los transportistas cuyo tráiler de doble remolque circula por donde les pega la gana. Comparados con los turnos anteriores, la carne que se sirve es dura y correosa.

A la hora del cuarto turno, la mesa luce desangelada. Se acabó el solomillo. Quedan los huesos y los pellejos. Aquí es cuando algunos intelectuales y creadores somos convidados a la mesa. En un país con 50 millones de pobres, somos afortunados de ser invitados. ¿Qué nos queda? Los institutos estatales de cultura, el SNI, el INBA, las becas del FONCA, alguna chamba como agregado cultural. Ahora mismo, muchos están moviendo sus fichas para el próximo sexenio. Es la hora de las apostasías y las autocríticas. Todo con tal de colarse al nuevo festín sexenal.

Los chefs del viejo PRI

Los priistas de la vieja guardia solían ser meseros atentos con la intelectualidad. Soportaban los desfiguros de un Salvador Novo y toleraban ciertos desplantes de independencia. Nos servían embajadas, homenajes, museos, incluso la Secretaría de Educación (Jaime Torres Bodet y Agustín Yáñez). Nos hacían sentir importantes. Los políticos del Antiguo Régimen no hacían gala de su

incultura.

¡Aquellos hermosos tiempos se nos acabaron! Los meseros ya no hablan francés, sino inglés; estudiaron en Chicago, no en París. Además, hicieron sumas. Intelectuales, académicos y artistas somos comensales muy críticos y no...

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