México Channel / ¿Son malos todos los extremos?

AutorHarry Möller

Eso es lo que suelen decir, pero ¿será cierto hasta en los conventos? Normalmente, hablar de los templos y conventos coloniales de México es aludir a portentosas edificaciones cuyas dimensiones, belleza arquitectónica o señorío las sitúan como obras de arte. Así los vemos y admiramos, acostumbrados a su enorme tamaño y fastuosa ornamentación.

En el campo de la grandeza mayúscula, existen imponentes moles como los bien llamados conventos-fortaleza, por ejemplo, el de Acolman, en el Estado de México; Yuriria, en Guanajuato, y el "coloso de la Mixteca", en Yanhuitlán, Oaxaca. Dejemos a los expertos la tarea de decidir cuál de todos es el más monumental.

Y mientras lo hacen, vayamos al extremo opuesto, a lo pequeño reducido al mínimo, terreno en el cual proponemos como candidato a ser el convento más pequeño que se conozca en el País: al de San Nicolás Oxtotipan para unos y Oztotipac para otros; nos quedamos con Oxtotipan, nombre que en idioma náhuatl significa "encima de una cueva".

Ya estando en el lugar, encontramos la leyenda local que asegura que en esta cueva yacen los restos de dos célebres caudillos chichimecas: Xólotl (1220 d.C.) y Nopaltzin (1232 d.C.). Los lugareños saben de la existencia de una cueva en el sitio, en San Nicolás, como puede confirmarse al conversar con ellos. Lo que no le dicen a uno es el lugar de entrada a la caverna, si es que existe tal entrada.

Por otra parte, es de sobra conocida la tendencia, casi obligación, de los primeros religiosos cristianos en el País a levantar un templo o un convento precisamente encima de cualquier vestigio de adoración indígena pagana. En este caso fueron los misioneros franciscanos quienes se echaron a cuestas la labor de construir en este lugar un convento.

Pero ya sea por falta de dinero o por pura extravagancia, construyeron un miniconvento, tan mini que únicamente pudo alojar a seis monjes. Pero todo en él es hermoso.

"Todo guarda un sentido exacto de la proporción con la estatura del hombre. Todo armoniza y todo encanta. Un convento alegre que debe haber congregado una comunidad de cinco o seis monjes. No sabemos el nombre de quien dirigió la obra, pero creemos que indudablemente sabía que la sencillez es fuente de goces sin complicaciones y que proporciona una intensa vida exterior", asentó Natalia G. Reyes, cronista de nuestro patrimonio cultural. La belleza empieza en la portada con el cordón de San Francisco sobre el arco del portón.

"Es un bello convento construido por los...

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