México-Estados Unidos: Contactos clave

AutorCarlos Ferrer

En 1952 el actor Ronald Reagan, quien durante varios años había sido líder sindical de su gremio en Hollywood, se unió a un grupo denominado Demócratas por Eisenhower, favorable a la candidatura presidencial republicana de quien había sido el comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Puesto en el contexto mexicano de ese año electoral, habría sido como si Jorge Negrete se hubiera asociado a una corriente de priistas por Henríquez Guzmán. Pero lo que en nuestras costumbres políticas de hace medio siglo habría sido inaceptable, entre nuestros vecinos del norte resultaba algo no mal visto que tampoco les era extraño. La explicación es relativamente sencilla. Mientras que en México, y para el caso la inmensa mayoría de los países del mundo, la afiliación a un partido lleva aparejado un mínimo de lealtad a sus principios y compromisos con su plataforma, amén de un ración indispensable de disciplina cuando se ocupan cargos directivos o de elección popular, en Estados Unidos la afiliación como demócrata o republicano, o independiente para el caso, consiste en una decisión que se toma individualmente al momento de solicitar la credencial de elector y que permite así votar en elecciones primarias, sin olvidar que al respecto cada uno de los cincuenta estados tiene sus propias leyes.

Lo anterior no quiere decir que los partidos Republicano y Demócrata sean idénticos. En los últimos 100 años, a muy grandes rasgos los primeros han sido identificados con las corrientes de centro derecha, mientras que los segundos suelen patrocinar con alguna frecuencia las causas de las minorías. Las convenciones nacionales, que hasta 1956 eran las que de hecho postulaban a los candidatos presidenciales, a partir de 1960 han tenido un papel secundario sujeto a los resultados de las elecciones primarias. Y si en 1968 Hubert Humphrey fue el abanderado del Partido Demócrata ello se debió, en buena medida, al asesinato del puntero Robert Kennedy dos meses antes de la convención. Y desde 1955 ha sido común que al menos una de las dos cámaras del Congreso federal esté bajo el control del partido contrario al presidente de Estados Unidos.

La elección que tuvo como resultado la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca, decidida en última instancia y en forma dramática, aunque previsible, por cinco de los nueve jueces del tribunal supremo de ese país, hizo que pasara a segundo plano la composición del Senado: 50 para cada partido...

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