Miguel Oropeza Caballero / Aum Shinrikyo y la pena de muerte en Asia

AutorMiguel Oropeza Caballero

El orto de este pasado viernes sería el último para Shoko Asahara, el más infame terrorista y preso de la tierra del sol naciente. Asahara, fundador del culto apocalíptico Aum Shinrikyo, y seis de sus colaboradores fueron ejecutados por orquestar un ataque terrorista en Tokio en 1995 que dejó un saldo de 13 muertos y más de 6 mil heridos. Al cumplir la sentencia después de una larga demora, Japón pudo por fin cerrar uno de los capítulos más traumáticos y violentos de su historia reciente.

En el mismo día en el cual millones de nipones colectivamente reflexionaron sobre aquel momento que estremeció al mundo entero y puso en duda la merecida reputación del país como uno de los más seguros del planeta, instituciones europeas sintieron la necesidad de entrar a un debate que no les corresponde para sermonear a Japón por cómo decidió hacer justicia.

Tanto la organización británica Amnistía Internacional como la Unión Europea creyeron prudente publicar comunicados en los cuales criticaron al país por continuar con la práctica de la pena capital para criminales que, en las palabras de la Ministra de Justicia Yoko Kamikawa, demuestran una "crueldad extrema".

Haciendo a un lado la insensibilidad que demuestra el escoger este momento para tales declaraciones y sin entrar en el debate sobre la pena de muerte en sí, este caso provee una oportunidad para explorar esta práctica en Asia y analizar algunos vestigios de neocolonialismo que continúan rigiendo las relaciones Occidente-Oriente.

Primero, recordemos algunas cosas sobre Aum Shinrikyo y el ataque terrorista al corazón de este caso. Asahara fundó el culto en 1984, autoproclamándose el nuevo Cristo y predicando que el mundo llegaría a su fin en 1997. De manera similar a otras sectas fundamentalistas, Aum inició su sendero a la criminalidad asesinando a detractores y en 1993 empezó a producir armas biológicas, principalmente sarín -una substancia altamente letal, incluso en pequeñas cantidades-.

Tal arsenal fue puesto a prueba un año después, en un atentado que tuvo un saldo de 8 muertos y 500 heridos. Para distraer a investigadores que rastrearon el origen de secuestros y asesinatos a su culto, Asahara decidió en 1995 hacer uso de sus armas químicas para lanzar un ataque terrorista a gran escala, esperando maximizar el número de víctimas diseminando sarín en el congestionado metro de Tokio.

En ese fatídico lunes 20 de marzo por la mañana, civiles que como usted o como yo se dirigían a sus labores...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR