25 minutos en el futuro

AutorCharlie Jane Anders

Ésta es la historia de mi llegada a la mayoría de edad. Me dijeron que la escribiera para que todos supieran cómo me siento. No tengo la menor idea de cómo me siento, pero en cuanto lo sepa, lo compartiré.

El señor Sanderson me dijo que escribiera con una tristeza tácita que escondiera el dolor del asombro. O algo así. Principalmente, me siento cansado. No me permiten detenerme.

Esta mañana, me despertaron a las siete para que me rebelara contra la autoridad durante una hora. Después, quince minutos para el desayuno, antes de llevarme al estudio para grabar la pista vocal de mi nuevo sencillo, "Soy inocente (tócame)". Eso tomó hora y media debido a que no respiraba de la manera correcta. Como si estuviera jadeando, pero no tanto. Después, el señor Ogawa quiso que pasara media hora siendo un poeta furioso, con spandex negro, y después pasé dos horas modelando lo último de la moda mientras Belinda Stein me preguntaba qué quieren los jóvenes. Como soy el único joven vivo, le dije que quería una dona. No se me permite comer donas, por aquello de mi figura.

OK; así que el señor Anderson miró sobre mi hombro y me dijo que no estaba siendo lo suficientemente emocional. Quiere que proyecte el mundo entero dentro de mí, mediante las cosas que me callo. Algo así como el agujero en la dona que no puedo comer. Dona dona dona dona dona. ¡Quiero una maldita dona!

El señor Anderson me dice que si puedo ser un autobiógrafo evocador por la siguiente media hora me dará media dona. O quizá un buñuelo.

Así que esto es lo que recuerdo. Los otros niños, cuando todavía existían, me llevaron a tallar calabazas. El cielo se llenó de niebla, como si pudiera verme totalmente en ese momento y quisiera compartir el brillo que pudiera. Éramos Jenny Wrigley, Mamie Davis y yo. A Jenny le llamábamos Menta por su apellido de marca de chicles.

En el camino, justo donde el desarrollo urbano en el que vivíamos se encontraba con los maizales, encontramos un gato. Se veían las marcas de la llanta que había hecho puré su cabeza, pero su cola seguía levantada. Lo estuvimos observando hasta que la niebla humedeció nuestro pelo. Mamie dijo que era un gato negro, aunque tenía partes blancas, y que nos daría mala suerte. Menta y Mamie se burlaron de mis zapatos ortopédicos. Intentaban dejarme atrás, aun cuando no podría encontrar el camino de regreso a casa. Sus padres les habían pedido que me llevaran con ellas por que mi mamá necesitaba tiempo a solas después de intentar suicidarse...

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