MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Me habría gustado conocer al Limpiachís.

Era bolero, o sea lustrador de calzado. Ejercía su oficio afuera del hotel de mayor lujo en la ciudad. Tenía un perrillo de raza indefinida al que con ímprobos esfuerzos había entrenado para que lo ayudara en su labor. ¿En qué consistía tal ayuda? Cada vez que salía del hotel un señorito o señorón, el Limpiachís le hacía una imperceptible señal a su diligente perro. Iba el gozque, levantaba la patita y con la mayor eficiencia meaba uno de los zapatos del huésped. El Limpiachís iba al punto hacia el orinado caballero.

-Mire nomás, señor, cómo le dejó el zapato ese cabrón perro. Permítame usted.

Y así diciendo se...

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